miércoles, 6 de febrero de 2013

Escrito en el puño de la camisa



Por Juan Francisco Gentile. José Portogalo llegó a Buenos Aires con cuatro años de edad desde Italia. Como tantos otros, América lo recibió a pura pobreza. Desarrolló de forma pasajera múltiples oficios, pero siempre escribió poesía. La editorial rosarina Serapis reeditó Tumulto, su libro más arriesgado y hasta ahora inhallable. 



A pesar de la proliferación de fríos edificios, que vidriados y deshabitados acechan a la espera de un desprevenido comprador, las calles de Villa Ortúzar, ese pequeño barrio residencial situado hacia el sector norte de Buenos Aires entre Chacarita y Villa Urquiza, conservan aún sobradas marcas de la ciudad que hace ya más de un siglo se abrió paso sobre el campo circundante: adoquines, arboledas centenarias, caserones de techos altos y patios centrales, pibes jugando en la vereda vespertina con aires de siesta, el vigilante que duerme de parado, el bodegón con los jugadores de cartas y los borrachines, y demás postales originadas cuando no era más que un suburbio desde donde se podía ver la primera pulpería campera. José Portogalo fue el poeta de aquel Ortúzar, cuando allí residían familias de clase media baja, desde donde compuso una poesía inquietante, acaso tan militante como esteta, en un movimiento que fue capaz de quebrantar aquella vieja dicotomía, tan fogoneada desde la prensa y la crítica literaria, entre estetas y contenidistas, la cual pasaría a la historia bajo el título boxístico “Florida versus Boedo”. La editorial rosarina Serapis dio en el clavo al rescatar del olvido a Tumulto, el segundo libro de poemas de Portogalo, el más agresivo contra el acartonamiento reinante de las buenas costumbres, el más sensible a la realidad de un pueblo trabajador que en los años 30 se veía atosigado por la carencia de derechos laborales, la amenaza de la tuberculosis y la cerrazón ideológica corriente, pero sin embargo el más esperanzado, enamorado tanto de las chicas que surcan el barrio como de la potencia que encerraba una vida cotidiana a puro sacrificio para los sectores sociales postergados. 
José Portogalo se llamaba en realidad Giuseppe Ananía. Llegó a Buenos Aires a los cuatro años de edad en uno de esos barcos atestados de adultos y niños provenientes del viejo mundo. Había nacido en 1904 en Saveli, un pequeño pueblo calabrés que por entonces contaba con apenas 4600 habitantes con escasas esperanzas de supervivencia. Su madre lo trajo a la Argentina en busca de su padre, quien había emigrado algunos años antes con la promesa de un futuro de prosperidad, pero que sin embargo no daba señales desde su partida. Al llegar, lo encontraron con familia nueva. Perseverantes, se instalaron en La Boca pobre y obrera, desde donde Portogalo arremetió contra la mala racha practicando toda clase de oficios: fue lustrabotas, vendedor ambulante, bailarín de tango, florista, vendedor de pescado. Pero siempre poeta. Por su extracción social se vinculó rápidamente con el grupo literario agrupado en torno a la editorial Claridad, desde donde disparaban sus balas de tinta figuras como Nicolás Olivari, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Roberto Mariani y los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón.

Los textos que integran Tumulto están escritos con las tripas. Es posible leer en estas páginas elementos propios de aquella filiación poética que hizo famosos a Nicolás Olivari y Oliverio Girondo: los cuerpos ganan el terreno público en una guerra contra la pacatería de aires fifí, poco o nada queda en el terreno de lo no dicho, arremete la coloquialidad puesta en juego poético, asoman sus narices los enfermos, los blasfemos, los herejes, los pobres y los muertos. El yo poético se inscribe explícito, y se funde con los elementos de la naturaleza y también de una cruda realidad, siempre con una mirada esperanzadora con miras a futuro. Portogalo se atreve, a fuerza de largos poemas de verso libre que por momentos son prosa poética vanguardista para su época, a cuestionar a la iglesia, a las multinacionales, a los radicales y al ejército, a chicanear a Borges e incluso a satirizar a la poesía como género. Confeso lector y admirador de Walt Whitman, y de los poetas norteamericanos Langston Hughes y Carl Sandburg, Portogalo logra una refinada versión rioplatense de la poesía social de principios del siglo XX. 
Tumulto ganó en 1935 el Premio Municipal de Poesía, por entonces un galardón de alta estima en el creciente pero aún pequeño campo intelectual y literario de Buenos Aires, no sin la ayuda de su amigo y jurado César Tiempo. Fue curioso que un libro con frecuentes incitaciones a la revuelta social, moral, sexual y cultural lograra un reconocimiento hasta entonces limitado a la “poesía culta” o “elevada”. El intendente porteño, por entonces Mariano de Vedia y Mitre, se escandalizó al leer los textos de Portogalo, dedujo de ellos “ultraje al pudor”, anuló el premio, prohibió la venta y distribución del libro, y el buen Giuseppe fue despojado de su carta de ciudadanía porteña. Así, debió dejar Buenos Aires. Vivió algunos años en Córdoba y en Rosario, para luego refugiarse del golpe de 1943 en Uruguay. Lo que vino después en la vida de Portogalo fue menos llamativo: trabajó de periodista en Uruguay, regresó a Buenos Aires para trabajar en el diario Clarín, y murió en 1973, dejando una producción poética de más de diez títulos.
La buena noticia es esta reedición de Tumulto, que respeta la que en 1935 publicara la editorial anarquista Imán, ilustrada por el dibujante Demetrio Urruchúa. A casi 80 años de su publicación, los textos de Portogalo conservan una vigencia que sorprende y la frescura poética que tan bien le vendría a estos tiempos en que contar en forma de verso qué calzón se eligió esta mañana convierte a cualquier cristiano en poeta de salón.

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