domingo, 26 de mayo de 2013

Clics modernos

Se reedita Rockología, de Eduarto Berti, un libro que analizó y diseccionó con precisión quirúrgica el estallido del rock argentino en la década de los ochenta. La renovación con respecto a los orígenes, las tribus, las rivalidades, las letras, los locales míticos y la relación con la industria son objeto de estudio en este volumen que además incluye jugosas entrevistas a figuras como el Indio Solari, Fito Páez, Lito Nebbia, Charly García y Gustavo Cerati, entre otros.


“Una obra moderna llega a ser clásica porque una vez fue auténticamente moderna”. El axioma es de autoría de Jürgen Habermas, el filósofo alemán de la Escuela de Frankfurt, que en su trabajo La modernidad, un proyecto incompleto resumió en escasas trece palabras aquello que intelectuales, críticos y periodistas no pudieron en ríos de tinta: el impacto de una forma discursiva o artística en su tiempo que la lleva a la trascendencia en la posteridad; la vanguardia convertida en referencia central, la irreverencia al poder, por más que la misma inclusión en el paradigma hegemónico aplane lo que tenía de irregular. La frase aparece en uno de los textos que integran Rockología, un libro único en tanto su autor, Eduardo Berti (otrora periodista cultural, hoy radicado en España y devenido en autor de ficción), disecciona con precisión de cirujano la gestación, el desarrollo y el cambio de etapa de una generación del rock argentino que tuvo la mala pata y la buena estrella de erigirse en la posguerra, o postdictadura. El volumen, publicado en 1989 y en 1994, hoy es reeditado y ampliado, para deleite del melómano de rock local. Si en su momento tenía el valor del análisis pormenorizado acerca de aquello que acababa de ocurrir, hoy su cotización se eleva en tanto documento de época que demuestra por qué Luca Prodan, el Indio Solari, Charly García o Gustavo Cerati son, a casi treinta años de sus explosiones como proa de la música moderna after años setentas, referencias ineludibles para cualquier escucha atento del rock tocado y cantado en español rioplatense.


    
En Rockología, Berti continúa el camino analítico que había comenzado a trazar Miguel Grinberg, un periodista precursor en la difusión y el estudio del rock argentino, en un libro icónico llamado Cómo vino la mano, cuyas páginas eran casi una biblia para todos aquellos cuyas cabezas se habían desempolvado de prejuicios definitivamente con discos como Clics modernos, Un baión para el ojo idiota, Divididos por la felicidad o Signos, y que había estirado su análisis hasta aquello que había ocurrido hasta antes de los años ochenta. Hoy, como ya lo eran los sesenta y los setenta, la década de los ochenta es un mito para muchos de los escuchas de rock: la primavera alfonsinista, la recuperación de las libertades individuales, la apertura a nuevos ritmos, el under en su esplendor, los Redondos y Sumo en Einstein, Paladium o el Parakultural, la irrupción de la trova rosarina con Juan Carlos Baglietto y Fito Páez a la cabeza, las fiestas de Virus, el surrealismo de Los Abuelos de la Nada, el avant gardé de Soda Stéreo, Charly y Spinetta haciendo una música bailable con bases rítmicas programadas, y demás satélites menores orbitando sobre los principales planetas de una galaxia que parecía interminable.   

El libro se compone de dos grandes grupos de textos. Por un lado, producciones de tipo ensayístico que analizan desde diversas ópticas el fenómeno del rock en los ochenta: su división en etapas que continúa la segmentación iniciada por Grinberg, el análisis de las letras, el público y sus diferentes tribus, la relación con las compañías y una arriesgada apuesta por el “lo que vendrá” de entonces, los años noventa, cuyos aciertos y yerros quedan a juicio del lector que con el diario del lunes sabe cómo vino la mano en la década reinada por la influencia omnipresente de Carlos Saúl Primero. El segundo conjunto de capítulos está compuesto por textos agrupados bajo la categoría “Reportajes”, que son en realidad notas periodísticas de largo aliento con entrevistas incluidas a figuras como Fito Páez, el Indio Solari, Gustavo Cerati, Lito Nebbia y Charly García, entre otros.

Hay en los nombres que cita Rockología, sin embargo, una ausencia que salta a la vista: la de Spinetta. En realidad, no se trata de una ausencia total, porque el Flaco es nombrado en varias ocasiones. Pero los momentos son pocos y laterales, si se piensa en la centralidad que la obra de Spinetta tuvo a lo largo de todas las etapas del rock argentino. La ausencia, según declaró recientemente Berti en un reportaje, tiene que ver con cierta timidez del autor: como ya había publicado en 1988 el libro de charlas con el pescado rabioso, llamado Spinetta: Crónica e iluminaciones (Atención editores: es una joya nunca reeditada), le generó cierto calor volver a centrar el análisis en su figura. Hay que decir que Berti era un veinteañero cuando trabajó en estos textos, lo cual habla por un lado de su precoz virtuosismo literario y de cierta ingenuidad, por otro, que lo llevó a no incluir al menos un capítulo acerca de uno de los nombres propios más relevantes de la etapa sobre la que estaba trabajando.


El libro de Berti, entonces, permite hoy realizar una lectura que funciona como ejercicio casi historiográfico: lejos del mito que la comunidad rockera de los noventa y más allá (o acá) tejió sobre aquello que fueron los ochenta, Rockología permite un acercamiento a ese fenómeno en tiempo real: cuando Berti lo estaba analizando -años más, años menos- la cosa estaba ocurriendo.   

Publicado en el suplemento de Curtura de Perfil el 26 de mayo de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Un cazador oculto



Como el Holden Caufield de J. D. Salinger, el protagonista de Mundo porno (debut novelístico de Juan Manuel Candal, porteño, nacido en 1976, cineasta y editor del sitio cultural Leedor.com), es un desconfiado. Habiendo terminado sus estudios en una de las más conocidas escuelas de cine del ambiente en plena crisis económica del 2001, el tipo no encuentra trabajo, ni tiene demasiadas expectativas de conseguir uno que realmente pague el alquiler y llene la olla. Pero la carambola de la vida laboral de un editor de video que danza entre publicidades que no le interesan y programas de televisión clase b le tiene guardada una sorpresa: una inesperada convocatoria a editar y manejar las cámaras de películas pornográficas.

En un principio, la historia se plantea en un tono casi jocoso, donde lo que está por venir parece ser un cúmulo de divertidas situaciones de enredos, signadas por el carácter bizarro de los sets de filmación y las peripecias del muchacho que pertenece al mundo del cine inserto en una lógica que le es ajena, pero que acepta porque necesita el dinero. Sin embargo, con el correr de las páginas la narración muta hacia una de intrigas, traiciones cruzadas y violencia latente entre el protagonista y un personaje con matices siniestros de nombre Marcelo Trotta, el productor general de la maquinaria llamada Michael Pervy Inc.. Estos dos personajes, que en un principio logran trabajar juntos sin mayores problemas y hasta llegan a compartir momentos de sensibilidad mutua y confianza rayanas a la amistad, irán convirtiéndose en enemigos íntimos en un mundo que parece no tener espacio suficiente para los dos.
Si la historia llama la atención desde el principio por su propuesta temática, su condición fuertemente autobiográfica la hace definitivamente jugosa. Candal no inventó ninguna de las situaciones que se describen en el relato: filmaciones clandestinas en departamentos de dos ambientes, entregas de premios a la industria porno, explotación laboral, orgías bizarras, estafas con los presupuestos a inversores y a los trabajadores con los sueldos, y un final a todo trapo hacen de Mundo porno una de de esas historias de ritmo vertiginoso, fuerte predominio de la acción aunque con pasajes reflexivos, que se leen con rapidez y ansias por saber cómo sigue. Párrafo aparte merecen los distintos apartados que, intercalados en la narración, aportan información técnica y cinematográfica acerca del vasto mundo de la pornografía. +

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 12 de mayo de 2013