El
escritor y periodista brasileño visitó Buenos Aires en el marco del ciclo
“Encuentro con la literatura brasileña”, organizado por el Malba. En un diálogo
abierto al público, habló de las obsesiones que motorizan su obra, del
estado de la literatura de Brasil y de la invitación de honor a su país para la
Feria de Frankfurt del año próximo.
Bernardo
Carvalho se acomoda en un sillón que simula ser de cuero, no sin cierta timidez.
Frente a él, el coqueto auditorio del Malba donde los asistentes, mayormente
estudiantes y periodistas, lo escrutan con la mirada sostenida y las orejas
cubiertas con los auriculares que traducirán su portugués carioca al castellano
rioplatense. A un costado, se ubica el editor y escritor Damián Tabarovsky, que
introduce la charla al señalar que Nueve
noches fue el gran salto de Carvalho hacia la primera división de la
literatura brasileña y latinoamericana. “Sí,
fue un salto en mi obra, pero al mismo tiempo fue un problema, porque tuvo un
efecto reactivo. Se publicó en un momento de menor interés por la ficción y de
un interés creciente por la no ficción. Yo venía escribiendo una ficción muy
alucinada, estaba como enredado. Pensaba que era necesario no repetirme. Estaba
en un estado muy sensible y no encontraba mi voz. Había entregado un libro de
cuentos a un editor, y la devolución fue pésima. Cuando creía que estaba
acabado como escritor, leí en el diario la reseña que hacía una mínima
referencia a Buell Quain, el antropólogo estadounidense que se suicidó en
Brasil en 1939. Esa nota me despertó una obsesión por saber más de esa
historia. Paradójicamente, Nueve noches
fue el libro que me devolvió a la ficción a través de un juego con la no
ficción. Fue un salto, pero también fue leído de un modo que no hubiera
querido”, se explaya Carvalho, que con simpleza y algo de humor relata las
sensaciones de pesar que antecedieron a la creación de Nueve noches, un libro plagado de misterios que lo coronó como uno
de los escritores más atendibles de la escena del Brasil contemporáneo, y que
junto con Teatro, editado por
Corregidor, representan el pequeño corpus de su autoría disponible en
castellano en nuestro país.
Carvalho
nació en 1960 en Rio de Janeiro, la cidade
maravilhosa. Se gana la vida en parte como escritor, en parte como
traductor (tradujo a Juan José Saer al portugués), pero fundamentalmente como
periodista y editor en medios gráficos. Fue corresponsal en París y Nueva York
del Folha do Sao Paulo, trabajo que funcionó, paradójicamente, como un
disparador fundamental para su obra narrativa: tanto Teatro, como Nueve noches,
tienen sus orígenes en noticias publicadas en la prensa, leídas casi al azar: “Me
interesa establecer conexiones entre aquellas cosas o situaciones que en sí no
están relacionadas. Ese es el principio de la literatura. Dentro de ese
terreno, las noticias de los periódicos me dan un sustrato para escribir
ficción”, sostiene el autor, que en Teatro
diseña una trama compuesta por dos historias entrelazadas, atravesadas de lleno
por el crimen, la violencia y el misterio, donde la paranoia es el término
clave que define y marca el pulso de la narración. “Es que la paranoia, para mi
escritura, es algo positivo”, confiesa.
Nueve noches,
por su parte, es un libro por demás complejo. No es una novela, aunque está
repleta de recursos literarios. Tampoco es una investigación periodística,
aunque la historia que narra es verídica: Buell Quain, un joven pero destacado
antropólogo estadounidense, se suicidó durante su retorno a la ciudad de una
aldea indígena en las profundidades de Brasil el 2 de agosto de 1939. Desde
entonces, el caso quedó condenado al olvido. De esta manera, Carvalho desata
una furiosa carrera de investigación que lo llevó a escribir este libro que no
sólo es la búsqueda de una respuesta a la misteriosa muerte del investigador,
sino también un complejo entramado de amores, odios, traiciones, miserias del
mundillo académico. A su vez, el libro ingresa en la dimensión autobiográfica
de la relación del autor con su padre: “En un momento dado, llegué al punto en
que no nadie nuevo a quien preguntarle acerca de Quain. Entonces, empecé a
enviar cartas a Estados Unidos, buscando personas en las guías, por apellidos
que coincidieran con partícipes de la historia. Todas las cartas volvieron
cerradas. Nadie las había leído. Comprendí entonces que la investigación había
terminado. Fue entonces cuando comencé a trabajar en el plano de la ficción
autobiográfica de mi infancia con mi padre”, explica Carvalho.
Si
bien en los últimos años en Brasil se ha registrado un incremento de la
industria cultural, con una suba de los incentivos estatales, de cara a la
invitación de honor al país para la Feria de Frankfurt de 2013, Carvalho no se
muestra optimista al respecto: “Brasil es ahora más complejo y diverso que
antes. Hay una apuesta por una nueva literatura realista que plasme esa
situación –señala Carvalho-. Para la literatura que me interesa, que es una
ficción de resistencia, de contra, es un escenario desfavorable. Hoy Brasil
está en busca de su literatura de masas. La cara que el país mostrará en Frankfurt
probablemente no sea su veta más interesante, que es la vasta literatura
experimental que existe, sino aquella que busca estar a tono con un estilo
globalizado y lleno de clichés”.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 23 de diciembre de 2012