domingo, 24 de junio de 2012

Principio de incertidumbre


Como una chamán de la literatura, Diana Bellessi articula una teoría del arte regida por una máxima propia de la meditación y de las culturas orientales: lo observado se modifica ante el observador, y el observador se modifica ante lo observado. Así, a través de esa lente prismática que percibe una relación dialógica entre las distintas expresiones de una o más formaciones discursivas, esta poeta, quizás la gran joya semi escondida de la poesía argentina, disemina una red de conceptualizaciones de las que se sirve para diseccionar el sentido más profundo de la tarea de escribir versos. Pero no sólo eso. La pequeña voz del mundo, nombre que toma el libro contenedor de esta serie de ensayos, es un tratado sobre poesía, pero también sobre literatura en general, música, cine y arte. En el universo que diseña Bellessi, todas las disciplinas convergen en un punto, en una frecuencia de vibración como piedra fundamental y secreta de todas las expresiones artísticas de todos los tiempos habidos y por haber.  


De Rimbaud a Beatriz Vignoli. De Atahualpa Yupanqui hasta Heráclito. Sintonizando a través de sus líneas las guitarras filosas de Patricio Rey y sus redonditos de ricota (¡uno de los apartados empieza con la letra de “Estás frito, Angelito”!), Hyden y Nick Cave, Bellessi se erige con La pequeña voz del mundo como una voz analítica de la cultura popular argentina contemporánea. Lejos de imposturas academicistas, así como también de poses híper realistas, esta santafecina de sesenta y seis años carnavaliza sus lecturas, toma el fruto que la seduce tanto de lo alto como de lo bajo, y no ahorra opinión ni inclusión de su propia subjetividad en sus textos. Las marcas del placer y la epifanía se presentan cada vez que Bellessi arriesga una certidumbre sobre la importancia del hecho artístico en la vida de las personas.

En el terreno que abarcan estos ensayos, donde la poesía es “la hija subversiva de la lengua”, la condición de vanguardia del poeta “consiste en ser retaguardia, vigía de fondo, tragafuegos que se funde con la última silueta anónima del cortejo de la feria”. Desde ese lugar, alternativo pero no marginal, periférico pero nunca distante, la autora dispara como una francotiradora alla Viñas y logra momentos intensos en la crítica de la cultura de masas posmoderna, así como al delinear una constelación explícita de lo que considera la mejor poesía local de los últimos veinte años. Osvaldo Bossi, Beatriz Vignoli, Washington Cucurto, Sonia Scarabelli, Osvaldo Aguirre, Andi Nachon, son algunos de los nombres que Bellessi pondera como representantes de su seleccionado de poetas, que puede funcionar como un buen mapa para quienes quieran actualizarse en las novedades de este siempre poblado barrio. La poesía es aquí artesanía, “expresión de la desnuda intemperie de un sujeto hablándole a otro”, opuesta a un mercado lucrativo, alejado de lo escencial y demasiado atento a las ventas y a la concepción de espectáculo.  

Separados en dos apartados que tienen por fronteras los límites de la cronología, los textos fueron escritos entre 1998 y 2010. En el primer grupo es posible encontrar ensayos de corta extensión, de una prosa poética que roza por momentos el un estilo filosófico, lindante con los grandes tópicos, siempre anclada en el territorio. En el segundo conjunto de ensayos, los contenidos en el grupo 2004 – 2010, surgen trabajos un tanto más sistematizados. Proliferan los datos concretos, las referencias, las citas, sin que esto borre la línea reflexiva desplegada a lo largo de todo el libro. 

La década de los noventa aparece como una frontera temporal, donde tuvieron lugar una serie de fenómenos que llaman poderosamente la atención de Bellessi, como el surgimiento de nuevas voces en el marco de un circuito creciente de lecturas en vivo, como nicho de resistencia a un mercado editorial cada vez más mercantilizado, o el entrecruzamiento de las poéticas del pago chico con las de las grandes urbes. Así, traza el mapa de los ingredientes estelares de la salsa cultural noventista, como la persistencia del Diario de poesía, la herencia del grupo Dieciocho Whiskies, el surgimiento de un realismo sucio y conurbanizado, y de un neobarroco rioplatense. Siempre, claro, en función de sus relaciones con la lírica, el sujeto poético y la forma en que lograron o no plasmar lo que Bellessi llama “la frase”, la puerta de entrada a cualquier forma de arte.  

En La pequeña voz del mundo, Diana Bellessi (autora de Paloma de contrabando y Colibrí, ¡lanza relámpagos!, por citar sólo unos pocos, y ganadora del Premio Nacional de Poesía en 2011, entre otros) realiza un movimiento complejo y seductor en el que derriba para construir lo que luego será derribado, tal vez por ella misma. 


Publicado en el suplemento de Cultura del diario Perfil el domingo 24 de junio de 2012

domingo, 3 de junio de 2012

Con ser feliz no alcanza


El poder de la buena poesía reside en su capacidad de crear nuevas asociaciones de sentido, en la articulación de ritmo y sonido, en el ensanchamiento de los límites de lo posible. Dotada de una sensibilidad rebelde, puede desnudar los objetos para ponerlos frente al lector como si los pensara por primera vez.
En el prólogo de De padres e hijos en el ciclo del tiempo, Alejandro Rozichner sugiere que las piezas de texto fueron escritas como una actividad secundaria, sin gran elaboración. Su objetivo: “escribir en versos lo que surgiera”. También confiesa que su voluntad era escribir otro libro y no el que el lector tiene frente a sus ojos. Extraño comienzo.
Afirmados sobre las reflexiones acerca de la vida y la muerte, propiciadas por el crecimiento de sus tres hijos y por el reciente fallecimiento de sus padres (entre ellos, León Rozichner, uno de los filósofos más arriesgados y comprometidos que vio la Argentina), los versos aquí reunidos están compuestos por una serie de anotaciones volátiles, ideas disociadas y con llanos referentes inmediatos. Por ejemplo: “Alalalalong/ y una copa de tinto en la barra/ pueden/ ser cosas que cambien/ un poco/ la situación/ alalalalong/ la situaciong” (textual). O por caso: “Me duele/ el puto/ tobillo/ no hay nadie/ en el consultorio”.

Pero no todo es alalalalong y salas de espera. Hay intención de dar cuenta de una filosofía de vida renovada, centrada en lo cotidiano. Una simpleza que se refleja en la escasa ornamentación de los textos. Se declara feliz, Rozitchner. Lo cual, claro, es celebrable. Después de todo, la poesía suele estar más veces en el lugar del lamento que en el del festejo. Es curioso, sin embargo, como está definido de antemano que la alegría cotidiana de alguien con cierta fama televisiva, sin más esfuerzo, debería ser objeto del interés de los lectores. 

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 3 de junio de 2012