sábado, 23 de febrero de 2013

Divina Tv Fuhrer




“Es difícil no creerle a la televisión. Pasa más tiempo educándonos que tú”, le dijo Bart a Homero  Simpson, cuando su papá estaba siendo juzgado públicamente por supuesto acoso sexual a una niñera. En verdad, el amante de las donas no había hecho nada malo: seducido por una golosina de gelatina adherida a la retaguardia de la chica, el padre de familia norteamericano más famoso no pudo más que usar sus dedos para despegar el tentempié. Pero en Springfield, la televisión lo mostró ante los ojos del pueblo entero como un pervertido. Es paradójico: uno de los programas más populares de la historia de la televisión, Los Simpsons, producido por una de las cadenas más poderosas de los medios masivos como es Fox, se muestra filosamente crítico de la TV. La relación que las sociedades modernas hemos desarrollado con la televisión es así de contradictoria. Amor y odio, todo al mismo tiempo.



La televisión de aire se muestra cada vez más apegada a la idea del “show”. Así, gran parte de los programas, que años atrás mostraban con claridad los límites de sus formatos, hoy se parecen entre sí. Los magazines se centran en el escándalo mediático infinito, apoyados en la proliferación de panelistas de cartón. Los noticieros adoptaron características del entretenimiento, y cada vez informan menos. La ficción ofrece muy poco de nuevo, y multiplican rasgos de sus predecesoras. Apenas algo escapa a esta lógica: Telefé muestra contenidos por encima de la media, como lo fue por momentos Graduadosen 2012, y hoy lo es Mi amor, mi amor, la coproducción entre Endemol y El Árbol (la productora de Pablo Echarri y Martín Seefeld), con historia y actuaciones de buenas para arriba, como la vuelta de Osqui Guzmán a la pantalla chica. Pero no mucho más.

Entre tanto, Peter Capusotto y sus videos va por su octava temporada, y se perfila como un clásico de la comedia argentina. El programa de Capusotto y Saborido llenó el hueco del humor bizarro y desprejuiciado que dejaron hitos Cha cha cha o Todo x 2 pesos, reconvirtiendo esa tradición en una versión actual y renovada.

La madrugada es un buen momento para ser televidente: pasado el prime time, los canales de aire repiten programas de la tarde que huelen a noticia de ayer, o proyectan esa cosa irreal que son los formatos de llamados telefónicos. Entonces, canales de películas como TCM, I-Sat o MGM pueden sorprendernos con cine de alta calidad, siempre subtitulado. Sony nos espera con esa genialidad que se llama Seinfield, y si no están disponibles Jerry, George y compañía, aparece Warner con la siempre efectiva Friends. Las series de HBO son otro lujo que nos dio la TV de los últimos años, con Los Soprano yBreaking Bad a la cabeza.

Para quienes tienen hijos, las propuestas de la pantalla infantil son un mal necesario. En ese contexto, la irrupción de Paka Paka, canal estatal destinado a los más chicos, es una bocanada de aire fresco. Programas como Zamba, Diario de viaje o Los mundos de Uli (de la productora de Juan José Campanella), logran un objetivo que parecía imposible: educar y divertir a la vez, poniendo el acento en cuestiones vinculadas a la historia de país o a la vida cotidiana más que a la fantasía inalcanzable tan propia de clásicos como Disney.



Y qué bueno que Telefé compró tantas latas de Los Simpsons. Los sábados y domingos a la tarde no serían lo mismo sin las maratones casi ininterrumpidas de nuestros viejos amigos amarillos, con sus dardos ácidos hacia la caja que los contiene.


Publicado en el suplemento de Espectáculo de Perfil el sábado 23 de febrero de 2013

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