lunes, 15 de septiembre de 2014

"Aquí, la lengua habla en el registro del artefacto"

Escrituras objeto. Antología de literatura experimental , de reciente salida, está compuesto de una serie de textos que apuntan a una nueva concepción de lo literario: la mediación del aparato y de la técnica impacta de lleno en los paradigmas narrativos tradicionales y abren el camino hacia una “sensibilidad diferenciada”


Una novela en fuente Times News Roman 2.1, ilegible sin la ayuda de una lupa. Poemas de orientación vertical cuyas palabras caen sobre la hoja, atraídas por el centro de la tierra. Textos escritos a través de un nictógrafo cuyo resultado son páginas negras, donde la literatura es un fulgor entre una oscuridad nocturna. Diálogos que narran una historia a través de ventanas de chat. Collages hechos con fragmentos de textos corroídos por alguna sustancia húmeda. Intervenciones sobre fotocopias de una edición clásica de Tratado sobre el método de Paul Feyerabend. Textos creados a partir de diversos motores de búsqueda de google. Disposiciones inesperadas. La letra atravesada por las tecnologías, que son a su vez productoras de sentido. Todo lo que se puede leer en Escrituras objeto, la antología de literatura experimental argentina y contemporánea publicada recientemente por Interzona, desafía al lector. La literatura tal como es generalmente enseñada y aprendida es aquí puesta en crisis y demanda en el ojo que la percibe un esfuerzo de superación de las propias limitaciones, mamadas de los pechos de la escolaridad tradicional, los cánones y una tradición literaria académica, terrenos donde el conservadurismo aún pisa fuerte. “Se trata de escrituras que ponen en crisis las técnicas y los lenguajes heredados con los que han sido construidas –señala el compilador Tomás Vera Barros, doctor en Letras, crítico, docente e investigador-, y cuyo horizonte es el diseño de una sensibilidad diferenciada, para no caer en el vicio de las vanguardias y hablar de sensibilidad nueva. En este sentido, y para ser claro, propongo como ejemplo la revolución poética del Modernismo latinoamericano”.

                La edición se compone de nueve textos de autores que en gran parte publicaron obras escritas a través de un uso convencional del lenguaje y los soportes, pero que ofrecen aquí sus textos más arriesgados e informes. Arturo Carrera, Leónidas Lamborghini, Alejandro López, Mauro Césari, Belén Gache, Ezquiel Alemian, Pablo Katchadjan, Carlos Gradin y Luis Espinosa son los nombres propios que firman estas intervenciones sobre el lenguaje narrativo. A tono con su actitud desprejuiciada respecto de la literatura, la antología no se cierra a género alguno. Así, podrá encontrarse poesía, narrativa, ensayo e incluso textos imposibles de encorsetar en categoría genéricas alguna. Completa a Escrituras objeto un apéndice teórico y crítico con artículos de Juan Mendoza, Claudia Kozak, Susana Romano Sued y Anahí Ré, en los que se indaga sobre la cuestión de la experimentación literaria en la cultura contemporánea.


                Resulta inevitable pensar, como le ocurre al George Harrison de los Simpsons cuando ve a los Borbotones en pleno recital desde el techo de un edificio, que “esto ya se ha visto”. La referencia inmediata nos remite a las vanguardias, a la poesía concreta, a los caligramas de Girondo, Appolinaire y Lewis Carroll, por citar algunos nombres. La idea de alterar el orden secuencial del lenguaje escrito para llevarlo a un plano gráfico, estético y visual no es nueva. Al respecto, Vera Barros analiza: “Hay una tradición crítica que no distingue vanguardia de experimentación. En la literatura argentina reconozco dos tradiciones de vanguardia, valga el oxímoron, dominantes: la ultraísta y la surrealista. Ambas recuestan sus estéticas en la imagen y la metáfora y encuentran su límite al no construir una nueva sensibilidad a través de una renovación de la lengua poética y de las técnicas literarias, que es lo que entiendo por experimentación. Las escrituras objeto están en una zona de experimentación en la que podemos encontrarnos con el Jacobo Fijman de Estrella de la mañana, el último Girondo, los Lamborghini, algo de Pizarnik”.

Pero el movimiento de Escrituras objeto busca llegar, incluso, más lejos. La emergencia de las nuevas tecnologías, principalmente aquellas ligadas a la informática y el uso masivo de Internet, complejizan el panorama y habilitan una nueva mirada sobre qué se puede hacer con el lenguaje si se rompen sus moldes, si se alza una rebelión ante las formas instituidas de la narración convencional y se echa mano a registros, figuras y formatos donde la letra se ve afectada directamente por el dispositivo: “La lengua habla en el registro del artefacto. –define el compilador-. Ya se trate de un nictógrafo, un scanner o el Microsoft Word (este último no como herramienta de escritura sino como paquete de aplicaciones que modifican lo escrito como materialidad). Y otro principio, uno de los más interesantes, es que la apuesta estética está en el juego con la escritura misma: la escritura como objeto de la escritura. Una puesta en abismo que se complejiza más aún cuando consideramos las implicaciones que tiene el uso irreverente o lúdico de textos ajenos, sin recurrir a la parodia”.


Prejuiciosos, conservadores, amantes de las convenciones, abstenerse: Escrituras objeto asesta un golpe allí donde reinan todas las certezas que orientan una lectura posible y emerge junto a un “Zeitgeist teórico-crítico”, como indica Vera Barros en el texto inicial. Corre por cuenta del lector el riesgo de dejarse llevar hacia aguas desconocidas.   


Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el 14 de septiembre de 2014

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