martes, 7 de agosto de 2012

Los elefantes saben descansar, van a morir de paz


Por Juan Francisco Gentile. A seis meses de la muerte de Luis Alberto Spinetta, Marcharecorre un punto brillante pero desatendido de su obra: Almendra II, el disco que marcó la llegada definitiva del rock argentino a una madurez rebelde.


Hace seis meses, pueblo y cultura rioplatenses vestían traje negro para despedir a Luis Alberto Spinetta, el más vanguardista de los artistas populares del Río de la Plata, o el más popular de los artistas de vanguardia. La noticia golpeó como un mazazo por varios motivos: uno, porque Spinetta dejaba este mundo en pleno desarrollo de su carrera, habiendo publicado recientemente discos que están a años luz en cuanto a composición, letrística y sonido de la media del rock argentino. Basta con escuchar con atención discos como Para los árboles,Pan o Un mañana, que aunque seguramente no son los favoritos de quienes gustan del Flaco rockero, no dejan de ser una caricia al oído, un sacudón a la modorra, despabiladores del corazón. Mazazo decíamos. También, porque de algún modo fue una victoria del periodismo buitre, que semanas antes lo había retratado sin su consentimiento, parado en la puerta de su casa de Villa Urquiza, visiblemente afectado por la enfermedad. 
Una de las imágenes que más circuló por las redes sociales aquel 8 de febrero, y los días sucesivos, fue la de “El hombre de la tapa”, aquel sujeto extraño salido del pulso de Spinetta, que con una lágrima que rueda por su mejilla, una remera rosa con la inscripción “Almendra” y con algo parecido a una sopapa en la cabeza, ilustraba el primer disco de aquella banda hoy mítica, la de los Spinetta y Emilio del Guercio adolescentes. La alta rotación del dibujo es cuanto menos lógica: se trata del disco que abrió una dimensión nueva en la canción argentina, la de la canción con armonías de marcado cuño beatle fusionados con elementos del tango, el jazz y el folclore, que luego transitarían Charly García, Fito Páez, Andrés Calamaro y tantos otros. Las crónicas del pasado febrero referidas a la vida y obra de Spinetta, que se multiplicaron como el musguito en la piedra, no cesaron de referirse a la etapa de transición entre Almendra y Pescado Rabioso como el paso repentino y sin escalas de una banda algo naive, liviana y rosada a un rock poderoso, descarnado y crudo. Los más detallistas o memoriosos señalaron la existencia deSpinettalandia y sus amigos como disco bisagra, pero no mucho más. Como sea: nadie se acordó que Almendra editó no uno, sino dos discos. El segundo, conocido en su momento como “Almendra II” o “el doble del Almendra”, es una cachetada de rock progresivo en pleno 1971 que, lejos de la tranquila siesta de la muchacha de los pechos de miel y el corazón de tiza, tronó con 21 canciones injustamente pasadas por alto por la mayoría de los escuchas de la obra del Flaco.
En tus pies se agita la calma
1971 fue el año de Led Zeppelin IV y de Sticky Fingers, de los Stones. En ese entonces, Geroge Harrison organizó el mítico Concierto para Bangladesh, mientras Pablo Neruda recibía el Premio Nobel de Literatura. También fue el año en que Roberto Gómez Bolaños empezó con el Chavo del Ocho en México, el de la creación del Frente Amplio en Uruguay, mientras en la ciudad de Córdoba y aledaños se producía la revuelta popular luego conocida como “El viborazo”. Fue ese año cuando salió a la calle el Long Play doble sin título conocido como Almendra II, en su momento tratado con frialdad por el público y por la crítica. Cuenta la historia que la banda integrada por Spinetta, Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García trabajaba en la idea de algo que definían como su “ópera-rock”, siguiendo con la idea que, cuándo no, motorizaron los Beatles con Sgt. Pepper´s lonely hearts club band y los Stones con Their satanic majesties request, seguidos por el Tommyde The Who, y tantos otros menos recordados. Finalmente, no lograron redondear la idea original de aquel disco que se iba a llamar Señor de las latas, muchos de cuyos temas fueron grabados más adelante por Spinetta, como Canción para los días de la vida o Ella también, registrado finalmente doce años más tarde en Kamikaze. El resultado de ese proyecto trunco y de la inminente separación del grupo fue la grabación de las canciones que tenían terminadas. Eso fue Almendra II, un disco que probablemente nadie ponga entre sus favoritos de Spinetta, más por desconocimiento que por las músicas que contiene, y que sin embargo es una joya.
Temas como Los elefantesCamino difícilAgnus deiUn pájaro te sostiene o Parvas, sólo por nombrar algunos, contienen una mixtura impecable entre la canción que Almendra trabajó en su primer y famoso disco y una impronta rockera furiosa y lisérgica, con marcadas influencias de Zeppelin, Jimi Hendrix, y Pink Floyd, bandas que tanto Spinetta como el resto de los integrantes escuchaban con fascinación en los primeros años de la década de los setenta.
Agnus dei, con sus 14 minutos y 27 segundos de locura distorsionada, es el ejemplo extremo del significado de este álbum: la llegada del rock argentino a una madurez rebelde, que patea el tablero de la rotación comercial signada por la canción de tres minutos con estrofa y estribillo. También en Almendra II aparecen como compositores e intérpretes arriesgados y de calidad  Edelmiro Molinari, con temas poderosos como No tengo idea yAire de amor; y Emilio del Guercio, que mostrando ya retazos del camino que lo llevaría años más tarde a comandar un barco de lujo como fue Aquelarre, plasma en este disco joyas como Camino difícil (con su estrofa montonera: “Compañero, toma mi fusil / ven y abraza a tu general / ¿no ves que el tiempo se quedó a vivir?”) y Un pájaro te sostiene, de una cadencia rítmica y poética casi perfectas. Y lo de Spinetta, compositivamente, es tremendo:En las cúpulasParvasVete de mí cuervo negroLos elefantes y Para ir dan cuenta de un Flaco afiladísimo, equilibrado, sin temor a la armonía vocal y con alto voltaje de riffs y distorsión que no satura.
Morir de paz, fasando el tiempo
“En épocas de Almendra II, yo tomaba algún acidito. Mal para mí. Tiempo después, ya no jugaba con mi cerebro a la buena de Dios. Y ya viendo la magnitud de mi propio nacimiento en mis hijos, jamás me atreví a chistes psicodélicos, aunque, debo admitir que, en cambio, de a poco, comencé a esnifar algo, y esnifé. Más mal para mí. Pero hace un montonazo de tiempo que estoy limpio y muy bien, y puedo decir que el interés por aquellas aventuras se extinguió. Siempre me gustó fasar el tiempo, nada del otro mundo. Hoy tabaco, y chupitegüi en la comida, rankean a tope”, decía Spinetta en 2008, en una entrevista sin desperdicio con Rodolfo Braceli. La misma charla en la que decía: “La muerte lejos no puede estar. Porque somos burbujas que se rompen con una facilidad absoluta. Pero ella no es una presencia que me impida cantar, ni ser feliz”. Pero más allá de las entrevistas de archivo, en definitiva, la única clave para re encontrarse con el espíritu del Flaco es escuchar su obra. En ese momento, por favor, detenerse en Almendra II y hacer como los elefantes, que saben descansar y van a morir de paz.

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