La relación
entre la historia y la literatura, sus cruces y desencuentros, sus
reciprocidades y sus intentos de autonomización, ha sido a lo largo de la
historia moderna uno de los más enmadejados y fértiles tópicos de debate para el
campo de las humanidades. Existieron y persisten tanto escuelas de pensamiento
que postularon la nula convivencia entre ambas (fundamentalmente aquellos que
desde una concepción de la literatura como disciplina suprema defienden su
supuesta permeabilidad completa) como aquellas que desarrollaron sus teorías a
partir de la íntima relación entre las producciones discursivas y el devenir de
los acontecimientos sociales a través de los modos en que estos son
representados. Pero no sólo la escritura literaria tiene que rendir cuentas a
la historia. La publicación de La ficción de la narrativa, de Hayden
White, una enorme recopilación de ensayos del historiador y filósofo
estadounidense que introdujo más de un concepto disruptivo en el ámbito de los
estudios históricos, constituye no sólo un volumen de referencia, sino una
vasta bibliografía que problematiza y da cuenta de la idea de que la historia
se relata, se construye y se escribe como una ficción.
Veintitrés
son los ensayos que componen La ficción
de la narrativa, desde “Collingwood y Toynbee: Transformaciones en el
pensamiento histórico inglés”, de 1957, hasta “¿Culpables de la historia? La longue dureé de Paul Ricoeur”, de 2007.
Se trata de escritos nunca antes editados en formato libro, los cuales presentados
de esta manera muestran un recorrido cohesionado y pueden ser leídos como una
suerte de “autobiografía intelectual” de White, como señala el editor y
compilador Robert Doran.
Cuando
un autor escribe un artículo que sirve de insumo prolongado para la tarea de
quienes desarrollan estudios en diversas disciplinas, es normalmente
considerado como destacado y extraño. Más aún si produce un libro que atraviesa
las disciplinas. Pero el caso de White es excepcional: toda su obra es una
referencia transversal para las humanidades, lo que lo convierte en miembro de
un grupo selecto de autores, donde hay nombres universales.
Los
registros dicen que White se convirtió en referencia ineludible en los ámbitos
académicos de todo el mundo a partir de su infinitamente citado y discutido
texto “Metahistoria”, de 1973, en el cual formuló y desarrolló la idea que la
escritura histórica es de naturaleza ficcional, en tanto se construye a través
de distintos tropos o figuras retóricas que hilvanan los hechos para producir
una formación discursiva de aparente objetividad, pero de identidad
profundamente disuasiva y estilística. Si “Metahistoria” produjo una revolución
para los campos que se nutren del discurso histórico (como los estudios
literarios y la crítica, la filosofía, la historia del arte y la antropología),
la edición de La ficción de la narrativa
es una ampliación de la teoría, una exposición los engranajes del artefacto en
pleno funcionamiento, la publicación de los documentos que atestiguan el
surgimiento, la maduración y la complejización de la idea.
Al
atravesar las casi seiscientas páginas de la edición, el lector puede recorrer
los modos en que White problematiza las muchas aristas de la idea fuerza
central: la concepción de que la historia tal como la conocemos es un relato de
voces, un entramado netamente polifónico. Así, el autor nacido en Tennessee en 1928 se nutre de la teoría literaria y de la
lingüística para analizar la construcción del relato histórico a partir de los
aportes de las principales escuelas estéticas de la literatura
(fundamentalmente del realismo), a la vez que decodifica los niveles manifiesto
y profundo de la escritura histórica (tomando elementos de la gramática
generativa y transformacional de Noam Chomsky), y problematiza la presencia de
la ideología en la relación entre los hechos históricos y las interpretaciones.
A su vez, la publicación de este volumen da cuenta de los diálogos, cruces y
tensiones que entabló el pensamiento de White con las distintas corrientes de
pensamiento dominantes a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, como el
estructuralismo, el postestructuralismo y las variantes de la posmodernidad.
La
ficción de la narrativa es la prueba irrefutable de la principal virtud del
complejo teórico que desarrolló White: es inclasificable en escuela alguna.
Mientras los amantes de los catálogos hicieron esfuerzos enormes y vanos por
inscribir a White en categorías teóricas, sus textos afirman que con ellas
mantiene la mejor relación posible, dado que las olfatea, las mira y las
circunda, para discutirlas y esquivar con habilidad la atracción, a veces
magnética, de los paradigmas hegemónicos.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 16 de septiembre de 2012
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