jueves, 13 de noviembre de 2014

Un viaje extrañado

La literatura ofrece una poderosa posibilidad: lograr que el lector perciba aquello mundano como si fuera la primera vez. Los formalistas rusos, un clásico de los estudios literarios, señalaron este procedimiento como “extrañamiento”, inherente a la función poética del lenguaje. Buenos Aires – Tijuana. Un viaje es, entonces, un libro “extrañado”. Acompañamos al escritor, periodista y ventrílocuo Daniel Riera a través del viaje en el que, por encargo de una revista colombiana, atravesó los casi 10.000 kilómetros que separan ambos puntos. Rutas del interior profundo del continente, sus parajes, sus desiertos y los viajeros que en incontables cantidades persiguen a diario objetivos diversos, son percibidos como escenarios y personajes extraordinarios luego de su paso por el tamiz de la palabra. Acompañado por un fotógrafo y munido de equipaje liviano, Riera encaró una travesía por momentos tortuosa, donde las pequeñas victorias son el maná, a bordo de buses, barcos y canoas de tonos barroco-latino intensos.



Riera hace foco sobre las historias de pasajeros “comunes”, que en los sucesivos traslados de un punto a otro del recorrido ocupan los asientos generalmente incómodos y se mueven motivados por motivos disimiles, aleatorios y terrenales. Acompañar a estos viajeros nos coloca en una transitoria y placentera sensación de limbo físico y legal, en la medida en que se sortean diferentes obstáculos, encarnados por las requisas policiales y la burocracia regente en los pasos de frontera.


Se torna necesario señalar algo un tano antipático: en los últimos años, la crónica ha sido algo bastardeada, en la medida en que cualquier texto relativamente largo, que incluyera la primera persona del singular y tratara sobre locos, mutilados, pobreza, delincuentes o guetos plenos de color local, fue presentado como obra maestra del periodismo de largo aliento. Hacer buena crónica, original y diferente, al menos en algún aspecto, a lo que ya fue escrito, es tarea complicada. Y Riera lo logra, imponiendo su oficio y un ojo entrenado, que le permite encontrar lo extraordinario en lo pasajero y lo sorprendente en lo mundano.

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 12 de octubre de 2014

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