viernes, 24 de mayo de 2013

Un cazador oculto



Como el Holden Caufield de J. D. Salinger, el protagonista de Mundo porno (debut novelístico de Juan Manuel Candal, porteño, nacido en 1976, cineasta y editor del sitio cultural Leedor.com), es un desconfiado. Habiendo terminado sus estudios en una de las más conocidas escuelas de cine del ambiente en plena crisis económica del 2001, el tipo no encuentra trabajo, ni tiene demasiadas expectativas de conseguir uno que realmente pague el alquiler y llene la olla. Pero la carambola de la vida laboral de un editor de video que danza entre publicidades que no le interesan y programas de televisión clase b le tiene guardada una sorpresa: una inesperada convocatoria a editar y manejar las cámaras de películas pornográficas.

En un principio, la historia se plantea en un tono casi jocoso, donde lo que está por venir parece ser un cúmulo de divertidas situaciones de enredos, signadas por el carácter bizarro de los sets de filmación y las peripecias del muchacho que pertenece al mundo del cine inserto en una lógica que le es ajena, pero que acepta porque necesita el dinero. Sin embargo, con el correr de las páginas la narración muta hacia una de intrigas, traiciones cruzadas y violencia latente entre el protagonista y un personaje con matices siniestros de nombre Marcelo Trotta, el productor general de la maquinaria llamada Michael Pervy Inc.. Estos dos personajes, que en un principio logran trabajar juntos sin mayores problemas y hasta llegan a compartir momentos de sensibilidad mutua y confianza rayanas a la amistad, irán convirtiéndose en enemigos íntimos en un mundo que parece no tener espacio suficiente para los dos.
Si la historia llama la atención desde el principio por su propuesta temática, su condición fuertemente autobiográfica la hace definitivamente jugosa. Candal no inventó ninguna de las situaciones que se describen en el relato: filmaciones clandestinas en departamentos de dos ambientes, entregas de premios a la industria porno, explotación laboral, orgías bizarras, estafas con los presupuestos a inversores y a los trabajadores con los sueldos, y un final a todo trapo hacen de Mundo porno una de de esas historias de ritmo vertiginoso, fuerte predominio de la acción aunque con pasajes reflexivos, que se leen con rapidez y ansias por saber cómo sigue. Párrafo aparte merecen los distintos apartados que, intercalados en la narración, aportan información técnica y cinematográfica acerca del vasto mundo de la pornografía. +

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 12 de mayo de 2013

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