Como el Holden
Caufield de J. D. Salinger, el protagonista de Mundo porno (debut novelístico de Juan Manuel Candal, porteño,
nacido en 1976, cineasta y editor del sitio cultural Leedor.com), es un
desconfiado. Habiendo terminado sus estudios en una de las más conocidas
escuelas de cine del ambiente en plena crisis económica del 2001, el tipo no
encuentra trabajo, ni tiene demasiadas expectativas de conseguir uno que
realmente pague el alquiler y llene la olla. Pero la carambola de la vida
laboral de un editor de video que danza entre publicidades que no le interesan
y programas de televisión clase b le tiene guardada una sorpresa: una
inesperada convocatoria a editar y manejar las cámaras de películas
pornográficas.
En
un principio, la historia se plantea en un tono casi jocoso, donde lo que está
por venir parece ser un cúmulo de divertidas situaciones de enredos, signadas
por el carácter bizarro de los sets de filmación y las peripecias del muchacho
que pertenece al mundo del cine inserto en una lógica que le es ajena, pero que
acepta porque necesita el dinero. Sin embargo, con el correr de las páginas la
narración muta hacia una de intrigas, traiciones cruzadas y violencia latente
entre el protagonista y un personaje con matices siniestros de nombre Marcelo
Trotta, el productor general de la maquinaria llamada Michael Pervy Inc.. Estos
dos personajes, que en un principio logran trabajar juntos sin mayores
problemas y hasta llegan a compartir momentos de sensibilidad mutua y confianza
rayanas a la amistad, irán convirtiéndose en enemigos íntimos en un mundo que
parece no tener espacio suficiente para los dos.
Si
la historia llama la atención desde el principio por su propuesta temática, su
condición fuertemente autobiográfica la hace definitivamente jugosa. Candal no
inventó ninguna de las situaciones que se describen en el relato: filmaciones
clandestinas en departamentos de dos ambientes, entregas de premios a la
industria porno, explotación laboral, orgías bizarras, estafas con los
presupuestos a inversores y a los trabajadores con los sueldos, y un final a
todo trapo hacen de Mundo porno una
de de esas historias de ritmo vertiginoso, fuerte predominio de la acción
aunque con pasajes reflexivos, que se leen con rapidez y ansias por saber cómo
sigue. Párrafo aparte merecen los distintos apartados que, intercalados en la
narración, aportan información técnica y cinematográfica acerca del vasto mundo
de la pornografía. +
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 12 de mayo de 2013
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