Todo transcurre en el espacio cerrado de
una casa de campo fría y enmohecida por la humedad, la incertidumbre y la
violencia. Empieza, como indica el manual, con un crimen. Este policial negro
acriollado que lleva por título La
inauguración, escrito por la entrerriana María Inés Krimer y ganador del
premio Letras Sur 2011 (con un jurado compuesto por Martín Kohan, Juan
Sasturain y Vlady Cociancich) logra con facilidad el principal efecto buscado
por la literatura del género: transmitir una sensación de creciente ahogo, de
encierro acuciante, que el lector llega a sentir incluso físicamente. Ubicada
geográficamente en la pampa húmeda contemporánea, y cronológicamente en 2008,
en pleno conflicto entre gobierno y entidades agrarias, la novela propone una
narración precisa, de ritmo sostenido y suspenso dosificado, como una latente
bomba que nunca termina de estallar.
De
la protagonista sabemos poco. Sólo que es joven, escapa de su familia, llega a
una estancia campestre venida a menos con la promesa de trabajo, y se encuentra
con una aparente red de trata de personas. La casi totalidad del texto
transcurre en los interiores de esa casa donde Nina, una suerte de celadora que
fantasea con convertirse en millonaria a través de concursos televisivos,
guarda una relación de fluctuante distancia con las cautivas, y tiene llegada
directa a Buby, el dueño de la estancia. La narradora atraviesa en el encierro
un aprendizaje muy distinto al de aquel “cajetilla agauchao” de Ricardo
Guiraldes: aquí, el campo es violencia, frío e incertidumbre. El mundo interior
de la estancia reproduce ese exterior hostil y obliga a la protagonista a sobre
adaptarse para sobrevivir en un medio donde las cosas ocurren sin motivos
aparentes. O mejor: nos avisa que todo pasa por una razón que se está por
develar. Publicado el domingo 29 de abril en el suplemento de Cultura del diario Perfil