Carmina Alonso se casa con Loria el Joven contra la opinión de sus padres. Buenos Aires es la referencia urbana indudable, pero sobre sus calles se extiende un velo ámbar que torna sus calles en un paisaje entre bucólico y onírico. Una casona en el barrio de Flores, con un taller de enmiendo de muñecas, será el hábitat de la nueva unión marital, que desde el vamos está predestinada al error. Cálculo y presentimiento, primera novela de Silvia López (en rigor, es su segunda novela, pero es ésta la primera que ve la luz editorial), es de esas historias cuyo devenir transita más por los senderos de la psicología de los personajes que por las acciones de la trama; más se juega en lo no dicho y sugerido que en los diálogos explícitos, de modo que alienta el presentimiento de que el témpano que está bajo el agua es tanto más grande y pesado que la punta del iceberg.
Novela de intimidad, traccionada por la fuerza de los vínculos primarios, Cálculo y presentimiento problematiza el rol de la familia, de la pareja y de los hijos en una época en la que cada día se ausentan más certezas. El padre de Carmina, historiador él, “se convierte en profesor cuando tiene que hacer de padre”; su madre calla lo imaginable, siempre negativo, y sus hijos predicen la muerte de su pareja, por caso. El mundo del barrio funciona como la especificación del lugar donde las reglas se subvierten (“Lejos de Flores cualquier lugar es ajeno”) y es metáfora del mundo privado, que domina el texto y tiende sogas para la narración a modo de preguntas sin respuesta, propias de un fluir de la conciencia. Insectos persistentes, espíritus que sobrevuelan la casa, insomnio colectivo y comunicación nula o fallida son imágenes y nudos conceptuales que unen las sogas de esta historia de traumas y obsesiones puertas adentro.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 22 de julio de 2012
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