Escrituras
objeto. Antología
de literatura experimental , de reciente salida, está compuesto de una
serie de textos que apuntan a una nueva concepción de lo literario: la
mediación del aparato y de la técnica impacta de lleno en los paradigmas
narrativos tradicionales y abren el camino hacia una “sensibilidad
diferenciada”
Una novela en
fuente Times News Roman 2.1, ilegible sin la ayuda de una lupa. Poemas de
orientación vertical cuyas palabras caen sobre la hoja, atraídas por el centro
de la tierra. Textos escritos a través de un nictógrafo cuyo resultado son
páginas negras, donde la literatura es un fulgor entre una oscuridad nocturna.
Diálogos que narran una historia a través de ventanas de chat. Collages hechos
con fragmentos de textos corroídos por alguna sustancia húmeda. Intervenciones
sobre fotocopias de una edición clásica de Tratado
sobre el método de Paul Feyerabend. Textos creados a partir de diversos
motores de búsqueda de google. Disposiciones inesperadas. La letra atravesada
por las tecnologías, que son a su vez productoras de sentido. Todo lo que se
puede leer en Escrituras objeto, la
antología de literatura experimental argentina y contemporánea publicada recientemente
por Interzona, desafía al lector. La literatura tal como es generalmente
enseñada y aprendida es aquí puesta en crisis y demanda en el ojo que la
percibe un esfuerzo de superación de las propias limitaciones, mamadas de los
pechos de la escolaridad tradicional, los cánones y una tradición literaria
académica, terrenos donde el conservadurismo aún pisa fuerte. “Se trata de
escrituras que ponen en crisis las técnicas y los lenguajes heredados con los
que han sido construidas –señala el compilador Tomás Vera Barros, doctor en
Letras, crítico, docente e investigador-, y cuyo horizonte es el diseño de una
sensibilidad diferenciada, para no
caer en el vicio de las vanguardias y hablar de sensibilidad nueva. En este sentido, y para ser
claro, propongo como ejemplo la revolución poética del Modernismo
latinoamericano”.
La edición se compone de nueve
textos de autores que en gran parte publicaron obras escritas a través de un uso
convencional del lenguaje y los soportes, pero que ofrecen aquí sus textos más arriesgados
e informes. Arturo Carrera, Leónidas Lamborghini, Alejandro López, Mauro
Césari, Belén Gache, Ezquiel Alemian, Pablo Katchadjan, Carlos Gradin y Luis
Espinosa son los nombres propios que firman estas intervenciones sobre el
lenguaje narrativo. A tono con su actitud desprejuiciada respecto de la
literatura, la antología no se cierra a género alguno. Así, podrá encontrarse
poesía, narrativa, ensayo e incluso textos imposibles de encorsetar en
categoría genéricas alguna. Completa a Escrituras
objeto un apéndice teórico y crítico con artículos de Juan Mendoza, Claudia
Kozak, Susana Romano Sued y Anahí Ré, en los que se indaga sobre la cuestión de
la experimentación literaria en la cultura contemporánea.
Resulta inevitable pensar, como
le ocurre al George Harrison de los Simpsons cuando ve a los Borbotones en
pleno recital desde el techo de un edificio, que “esto ya se ha visto”. La
referencia inmediata nos remite a las vanguardias, a la poesía concreta, a los
caligramas de Girondo, Appolinaire y Lewis Carroll, por citar algunos nombres.
La idea de alterar el orden secuencial del lenguaje escrito para llevarlo a un
plano gráfico, estético y visual no es nueva. Al respecto, Vera Barros analiza:
“Hay
una tradición crítica que no distingue vanguardia de experimentación. En la
literatura argentina reconozco dos tradiciones de vanguardia, valga el
oxímoron, dominantes: la ultraísta y la surrealista. Ambas recuestan sus
estéticas en la imagen y la metáfora y encuentran su límite al no construir una
nueva sensibilidad a través de una renovación de la lengua poética y de las
técnicas literarias, que es lo que entiendo por experimentación. Las escrituras objeto están en una zona de
experimentación en la que podemos encontrarnos con el Jacobo Fijman de Estrella de la mañana, el último
Girondo, los Lamborghini, algo de Pizarnik”.
Pero el movimiento de Escrituras
objeto busca llegar, incluso, más lejos. La emergencia de las nuevas
tecnologías, principalmente aquellas ligadas a la informática y el uso masivo
de Internet, complejizan el panorama y habilitan una nueva mirada sobre qué se
puede hacer con el lenguaje si se rompen sus moldes, si se alza una rebelión
ante las formas instituidas de la narración convencional y se echa mano a
registros, figuras y formatos donde la letra se ve afectada directamente por el
dispositivo: “La lengua habla en el registro del artefacto. –define el
compilador-. Ya se trate de un nictógrafo, un scanner o el Microsoft Word (este último no como herramienta de
escritura sino como paquete de aplicaciones que modifican lo escrito como
materialidad). Y otro principio, uno de los más interesantes, es que la apuesta
estética está en el juego con la escritura misma: la escritura como objeto de
la escritura. Una puesta en abismo que se complejiza más aún cuando
consideramos las implicaciones que tiene el uso irreverente o lúdico de textos
ajenos, sin recurrir a la parodia”.
Prejuiciosos, conservadores, amantes de las convenciones,
abstenerse: Escrituras objeto asesta
un golpe allí donde reinan todas las certezas que orientan una lectura posible
y emerge junto a un “Zeitgeist teórico-crítico”, como indica Vera Barros en el
texto inicial. Corre por cuenta del lector el riesgo de dejarse llevar hacia
aguas desconocidas.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el 14 de septiembre de 2014
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