sábado, 23 de octubre de 2021

Pedro Peretti: «Con los monopolios no se puede pactar, hay que ir hacia otro esquema de producción de alimentos»

El ex titular de la Federación Agraria analiza las medidas de control de precios, critica la concentración del mercado alimenticio y sentencia: “El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares”


Luego de varias idas y vueltas, reuniones y declaraciones cruzadas, finalmente el gobierno nacional publicó en el Boletín Oficial la resolución de la Secretaría de Comercio que dispone el congelamiento de los precios de más de 1400 productos hasta el 7 de enero, en el marco de una escalada inflacionaria que golpea duramente a los sectores populares a través de una permanente suba de precios en los productos de consumo masivo. La reacción de las cámaras empresarias fue inmediata y representantes del sector salieron a rechazar la medida al advertir sobre posibles faltantes de productos en las góndolas. “El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares”, dice Pedro Peretti, productor agropecuario de la localidad santafesina de Marcos Paz y ex titular de la Federación Agraria Argentina, a la cual renunció en marzo de 2014 luego de que la entidad, que históricamente nucleó a los pequeños y medianos productores, decidiera integrarse a Convergencia Empresaria, un conglomerado de propietarios del sector privado de orientación netamente neoliberal. En diálogo con El Grito del Sur, Peretti analizó la puja que se desarrolla entre el gobierno del Frente de Todos y el empresariado del sector de la alimentación, que no está dispuesto a ceder márgenes de rentabilidad, mientras más del 40% de la población cayó por debajo de la línea de la pobreza en el primer semestre de este año.

¿Cómo evaluás la medida del congelamiento resuelta por el gobierno nacional?

La decisión va en una dirección correcta. Roberto Feletti (Secretario de Comercio Interior) tuvo una actitud muy oportuna en este contexto. Pero para que sea efectiva, debe tener el acompañamiento de todo el gobierno, del Presidente para abajo. Además, y esto es clave, requiere del compromiso del pueblo en su conjunto, de los sindicatos, de las organizaciones y de los gobernadores e intendentes, para lograr su objetivo.

Sin embargo, algunos representantes del empresariado del sector salieron rápidamente a responder que puede haber desabastecimiento

El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares. Es una disposición política para golpear en la legitimidad social, busca que la gente esté desconforme y finalmente vote de otra manera. Puede también terminar en un golpe de mercado como fue en el Rodrigazo, cuando se atacó el Plan Gelbard, o en el Chile de Allende, donde hubo un enorme desabastecimiento que precedió al golpe que lo derrocó. Siempre, en la región, los grupos concentrados que controlan la cadena de alimentos utilizaron el desabastecimiento como una forma de condicionar a los gobiernos que buscaron poner algún límite a sus ganancias siderales en beneficio de las grandes mayorías.

¿Cuáles son los actores que concretamente resisten la medida?

Fijate el caso de Molinos Río de La Plata. En su directorio tiene a Susana Malcorra, ex canciller de Macri, y tiene posición dominante en más de 15 productos de la canasta. Es una de las principales interesadas en quedarse con Vicentín. A su vez, es una de las principales productoras de aceite del país. El año pasado exportó 692.000 toneladas de aceite. Tiene el 12% del mercado. ¿Cómo se puede desabastecer de aceite al país con semejante volumen productivo? Solamente se explicaría porque hay una decisión política de no ponerlo en la góndola.

¿Cómo es actualmente el mapa de la concentración en la producción y distribución de alimentos en nuestro país?

50 empresas explican el 80% del abastecimiento. Hay algunos rubros en los cuales la concentración es bestial. En la leche, una empresa tiene el 68% del mercado. En el azúcar tres empresas concentran el 86%. En aceite, tres empresas tienen el 91%. En harinas, dos empresas tienen el 82%. En fideos una sola empresa, tiene el 81% del mercado. Y podríamos seguir así hasta el cansancio. Los monopolios dominan el mercado de alimentos en Argentina.


¿Cuánto incide en la formación de precios y en el alza inflacionaria? Hay especialistas que dicen que no es tan importante, sino que los precios suben más por las variables macroeconómicas que por la concentración del mercado…

En los primeros quince días de octubre, hubo enlatados y productos de conserva que aumentaron 25%. ¿Qué condición macroeconómica se alteró? Las tarifas no aumentaron, el dólar sigue un ritmo estable. Lo único que explica estos aumentos son las posiciones dominantes y abusivas. Cuando se reguló mínimamente el problema de la carne, eliminando a las más de 50 operadoras truchas, que contrabandeaban y triangulaban, presionando también sobre los precios, la carne bajó.

¿Cómo se puede comenzar a recorrer otro camino, rumbo a la soberanía alimentaria?

El campo nacional y popular va a tener que discutir y entender, algún día, una cuestión central: la política agropecuaria y el modelo de producción de alimentos. No se puede mirar para otro lado. Una política pública es todo lo que un gobierno hace, pero también lo que no hace. Esta concentración económica tiene que ver con que durante mucho tiempo se miró para otro lado. Con los monopolios no se puede pactar. Hay que ir hacia otro esquema de producción de alimentos. Primero, hay que discutir el uso y tenencia de la tierra. Hay que tener en claro que el problema de la alimentación tiene que ver directamente con la distribución de la riqueza. La alimentación está estrechamente vinculada con el salario y los ingresos de la población. Más salario, mejor alimentación. No es un problema de volumen de producción ni de escala. Incluso, se puede pensar que hace falta menos volumen, pero mejor distribución.

¿Es posible revertir la concentración en pocas manos de la tierra productiva?

La Argentina debe generar nuevos productores agropecuarios. El Estado debe comprar tierras y venderlas con una financiación accesible a quienes quieran producir para abastecer la mesa popular. Para eso debe constituirse un Instituto Nacional de Colonización Agraria, como tiene Uruguay, y como también tuvo nuestro país en algún momento, llamado Consejo Agrario Nacional, que recibía tierras en donación y las distribuía en créditos a largo plazo.

En estos dos años de gobierno del Frente de Todos, no se pudo controlar el frente inflacionario. La población vio sus ingresos corriendo por detrás de los precios y eso tuvo expresión en las urnas. ¿Dónde se falló?

La vicepresidenta marcó claramente que era necesario alinear tarifas, precios y salarios. No se la escuchó. Claramente el problema estuvo ahí. El ministerio de economía hizo una política de control fiscal en vez de un plan económico. Nos llevó a implementar el programa del FMI, ahorrar dos puntos del PBI, pero tampoco firmó el acuerdo con el fondo. En ese proceso, el gobierno perdió seis millones de votos. La política pública no puede estar guiada por la tapa de un diario o por lo que dicen los medios, sino por el bienestar del pueblo.


https://elgritodelsur.com.ar/2021/10/pedro-peretti-con-los-monopolios-no-se-puede-pactar.html

sábado, 25 de septiembre de 2021

Aníbal: el soldado lenguaraz

  Doctor Aníbal Fernández, buen día

 Buen día

Dígame, ¿sigue siendo amigo de Moreno ahora que le quebró un dedo al abogado Soaje Pinto?

 No, Soaje Pinto le pegó al titular de la SIGEN (Sindicatura General de la Nación), que es más bueno que Lassie…

 Cuídese de sus amigos porque le van a terminar rompiendo un brazo

 No, cuídese usted de sus amigos

 Mis amigos son todos buenísimos

 No, si su amigo Magnetto es un tipo bárbaro, quédese tranquila que mi amiguito es Ceferino Namuncurá al lado de ese

 Ah, entonces es amigo de Moreno

 Me caso con Moreno, antes de tomar un café con Magnetto

Bueno… cuídese

¿y Boston?

¿eh?

 Y usted también, piénselo. Cuídese de sus amigos, porque son más peligrosos los suyos que los míos, quédese tranquila.


El diálogo ocurrió al aire de Radio Mitre el 17 de julio de 2010. Quien entrevista al nuevo Ministro de Seguridad es la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Tanto el medio como la periodista, cultores del luego autodenominado “periodismo de guerra”. Por entonces, el lenguaraz quilmeño portaba el traje de Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner. Le calzaba como un guante. Escenas del mismo tenor se sucedían casi todos los días. En medios de comunicación, en la entrada de la casa de gobierno, en la Quinta de Olivos, o sentado en una reposera en la costa bonaerense durante el verano. El estilo de Aníbal fue siempre el mismo: es de los que se agrandan frente a contextos adversos. Cuanto más caldeado el clima, más fuerte juega y más picante torna su labia. Político full time, curtió prácticamente todos niveles de gestión: fue legislador provincial, intendente municipal, diputado, senador, ministro y jefe de gabinete. «Yo no vivo de la política. Vivo para la política», suele repetir.

Entre sus méritos, pican en punta su lengua filosa, su capacidad inagotable de poner la cara frente a los golpes, su cultura general, su picardía. Entre sus puntos oscuros, su rol como funcionario a cargo de la seguridad durante los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en pleno estallido social el 26 de junio de 2002. Mezcla de hábil espadachín de la real politik y personaje de sainete criollo, hombre de Estado, su cuero curtido por mil batallas carga los laureles y las esquirlas de una vida en la primera línea de fuego. Estigmatizado y perseguido. Pieza clave de la emancipación kirchnerista del duhaldismo. Aníbal Fernández asume recargado en el ministerio más caliente de una gestión nacional que viene de recibir un gélido cachetazo de realidad en las PASO del 12 de septiembre. “Soy un soldado. Donde me llaman, estoy”, dice.

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Aníbal Domingo Fernández nació en Quilmes el 9 de enero de 1957 en el seno de una familia peronista. Cuenta que su padre quería llamarlo Juan Domingo, y que su madre proponía Aníbal Alberto. Finalmente, hubo fumata. Comenzó a militar cuando cumplió los catorce. Se recibió de contador público en la Universidad de Lomas de Zamora. Tenía 26 años cuando en 1983 comenzó el período más largo de Democracia en la Argentina, que se extiende hasta hoy. 38 años de elecciones y alternancia que lo encontraron siempre en la función pública: desde la asunción de Alfonsín, cuando comenzó a ejercer su primer cargo público, como secretario administrativo del bloque peronista en el senado bonaerense, hasta hoy, como reemplazante de una cuestionada Sabina Frederic.  

Vecinos y vecinas de Quilmes determinaron en las urnas que por el período 1991-1995 Aníbal iba a ser intendente de esa localidad del sur del Gran Buenos Aires. Territorio ribereño, rico en mística y disputas entre facciones, hiperpolitizado, con altos índices de pobreza estructural y algunos de los asentamientos más grandes de la provincia, como Villa Itatí y El Triángulo, entre otros. Durante ese período, fue imputado en una causa judicial por falsificación de documento público, y aunque un año más tarde fue sobreseído, de esos días quedó para el anecdotario político la versión nunca del todo confirmada de su escape de la municipalidad en el baúl de un auto: «inventaron esa pelotudez de que yo salí en el baúl de un coche. Pero ¿quién se creen que soy yo? ¿Sabés cuánto era el dinero que se discutía? ¡15 000 dólares! ¡Esconderme en un baúl por 15 000 dólares! Son todos tarados estos tipos», declaró en una entrevista en julio de 2010.

Más tarde, fue ministro provincial en las gobernaciones de Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf. Años de entrenamiento intenso en gestión de lo cotidiano, para lo que vendría: en 2002 el presidente Duhalde lo designa primero como Secretario General de la Presidencia (cargo que ejercía cuando Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron brutalmente asesinados por las fuerzas federales durante una protesta social en Avellaneda) y luego como ministro de Producción. Un año después Néstor Kirchner lo ubica al frente del Ministerio del Interior, lugar que ocupó durante toda la presidencia del pingüino. Entonces, Aníbal fue una bisagra para la transición del duhaldismo al kirchnerismo, ese artefacto político que aún hoy ocupa la centralidad de la vida política nacional. Los organismos de Derechos Humanos coinciden en destacar el impulso que le imprimió desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, entre 2007 y 2009, a los juicios a los genocidas de la última dictadura por los crímenes de lesa humanidad. 

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Lector voraz, ricotero confeso, guitarrista amateur, afecto al cultivo de bonsái, el reciente Ministro de Seguridad no sólo es hiperquinético en la política. Polifacético, fue presidente de Quilmes, el club de sus amores, y titular de la Confederación Argentina de Hockey. Además, es un obsesivo de los datos. Almacena números e información precisa de los más variados temas y registros. Desde cuánto mide la muralla china hasta indicadores socioeconómicos de todas las regiones del mundo de los últimos cien años. “Soy un coleccionista de datos inútiles – dice de sí -. Vivo recordando pelotudeces”.

Es lenguaraz. La labia lo asiste. No sería exagerado colocarle en la solapa la medalla del más hábil declarante de la política argentina. Mientras muchos funcionarios, acostumbrados a trabajar bajo altos niveles de presión, ven una cámara o un micrófono y se paralizan, Aníbal saca a relucir el filo de su lengua. Sus apariciones públicas a lo largo de las últimas décadas dejaron un extenso cúmulo de frases icónicas.: «El que quiera discutir con Cristina, yo le aconsejo: chocar con un tren cargado con piedras es más fácil», «Lo esencial es invisible a los troskos», «El cementerio está lleno de imprescindibles», «Soy duhaldista portador sano», «Massa es como el mate cocido, llena pero no engorda», «Sabsay se cree constitucionalista porque toma el tren en Constitución», entre muchas otras. Payador de la política, se han escrito libros enteros sólo con sus declaraciones y frases icónicas.

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Si hay un diagnóstico compartido entre las distintas tribus del peronismo sobre la victoria de Macri en 2015 es que la descarnada interna entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez (otro reciente repatriado al gabinete) en la provincia de Buenos Aires fue determinante para la derrota nacional. Una semana antes de aquellas elecciones, Martín Lanatta, condenado por el triple crimen de General Rodríguez vinculado al tráfico de efedrina, involucró a Aníbal en la investigación, al afirmar que él era «La Morsa», un personaje sospechado de estar detrás de los asesinatos. Por entonces el ruido fue atronador y el impacto político, detonante. Los medios de comunicación de mayor audiencia apuntalaron la versión en los días previos a las elecciones, veinticuatro siete. Recién el 12 de septiembre de 2020, Clarín publicó camuflada dentro de una nota la desmentida: «La Morsa» no era Aníbal. Pero se sabe: la corrección posterior nunca repara los daños de la mentira.

En los casi dos años que lleva el gobierno del Frente de Todos, el área de seguridad es tal vez la que más cortocircuitos expuso. Los permanentes cruces públicos entre Sabina Frederic y Sergio Berni no hicieron más que exponer la falta de una visión común en un ámbito por demás delicado: el manejo de unas fuerzas siempre al límite del exceso. La llegada de Aníbal Fernández, según filtraron desde adentro, es bien recibida en los altos mandos. Ya estuvo a cargo antes, desde el Ministerio de Interior, y muy cerca desde Justicia y Derechos Humanos. El abrazo con Berni ratifica la vuelta de página y el comienzo de una etapa de buena sintonía entre los encargados de la seguridad en Nación y en la Provincia de Buenos Aires. Sólo resta saber si su accionar en las calles estará orientado a la reducción de las desigualdades o a su profundización.

Cuando el gobierno del Frente de Todos se mostraba todavía grogi por los resultados electorales, y los ministros referenciados directamente en CFK presentaron su renuncia, el de Aníbal Fernández fue el primer nombre de peso que sonó entre la incertidumbre. Las imágenes lo mostraban en el ingreso de la Rosada. Hacía tiempo que no pisaba ese suelo: desde el final de la última presidencia de Cristina fue más frecuente encontrarlo en un set de televisión que en un ámbito institucional. «Llegó Aníbal a la Rosada», decían los videographs y los mensajes en los celulares. La crisis era grande, el cuadro se complicaba. Antes de volverse terminal, necesitaba la intervención de cirujanos mayores. Al terminar la reunión con Alberto, enfrentó la sed de declaraciones de la guardia periodística. “No me ofrecieron nada. Sólo vine a ayudar”. Pocos días más tarde, su nombre integraría la lista de los nuevos ministros.


https://elgritodelsur.com.ar/2021/09/anibal-el-soldado-lenguaraz.html

jueves, 23 de septiembre de 2021

"El verdadero escenario está en la lucha"

 Paula Arraigada, candidata a legisladora porteña por el Frente de Todos, sería la primera representante del colectivo trans en acceder a una banca en la historia argentina. Una historia de vida marcada por una doble búsqueda: la identidad autopercibida y la vocación política.