viernes, 27 de julio de 2012

ANCLA: Periodismo contra los molinos


Cómo informar al mundo, en los momentos de mayor intensidad represiva de la dictadura, del secuestro del monseñor Angelelli, de la censura a los trabajadores de la tv pública de la segunda mitad de los setenta, de los fusilamientos en cárceles de Córdoba, de los robos en los allanamientos de las casas de los secuestrados, de la persecución a los delegados gremiales de todo el país, o de la metodología de la tortura como rutina. Sin retórica panfletaria, con rigor periodístico, dándole voz a multiplicidad de fuentes fidedignas, y con una distribución artesanal pero efectiva, capaz de penetrar el macizo bloque que la dictadura había construido sobre los hechos de violencia política, para que no se filtrara la información de origen popular. La reciente publicación de ANCLA. Rodolfo Walsh y la Agencia de Noticias Clandestina. 1976-1977 (Ejercitar la memoria editores) es un manual de periodismo en estado puro. No sólo porque incluye, por primera vez desde que el 8 de septiembre de 1977 emitiera su último cable informativo, toda la producción noticiosa de la agencia, sino porque además las introducciones están a cargo de Carlos Aznárez, Lucila Pagliai y Lila Pastoriza, tres periodistas que formaron parte de la Mesa de Redacción de ANCLA y que cuentan en primera persona detalles sobre la operatividad cotidiana de aquella tarea contra los molinos: producir contrainformación efectiva, así como también los objetivos políticos trazados por Walsh como responsable de la Agencia. 

Los datos duros dicen que a mediados de 1976, cuando las disidencias entre Walsh y la conducción de Montoneros por la estrategia política fuertemente militarista que venía adoptando esta organización armada en los momentos previos al desembarco de la dictadura ya estaban sobre la mesa, el autor de Operación masacre comenzó a trabajar sobre la necesidad de dar la batalla contra el régimen en el plano de la producción de sentido y de la información. En sus documentos de discusión interna Walsh señalaba: “Entiendo que Montoneros debe seguir la dirección de retirada marcada por el pueblo, que es hacia el peronismo, y que la única propuesta aglutinante que podernos formular a las masas es la resistencia popular” (Aporte a la discusión del informe del Consejo, diciembre de 1976). Por su parte, como es sabido, la conducción de Montoneros planteó, ante el avance crudo de la represión militar, una etapa de contraofensiva que, ya con el diario del lunes, muchos calificaron como el mayor error de la organización revolucionaria más importante de la historia argentina, facilitando de este modo la tarea represiva a través de una sobre exposición de los combatientes en la arena pública.
Así las cosas, a pesar de las discrepancias, Walsh recibió el apoyo político de la organización para montar la estructura de trabajo de ANCLA. La edición de Ejercitar la memoria editores provee detalles de primera mano, redactados por los principales partícipes del proyecto. De esta manera, es posible conocer el trabajo cotidiano de la agencia, en una casa operativa donde se acumulaban viejas máquinas de escribir Olivetti, mimeógrafos que imprimían la información en papel tipo biblia (cuyo gramaje ínfimo facilitaba la distribución), teléfonos, y una serie de scanners y aparatos radiofónicos utilizados para interceptar y descifrar las comunicaciones internas de las fuerzas de seguridad. La información, escrita en un preciso estilo periodístico, principalmente informativo pero con la capacidad de impartir línea política e interpretación de los hechos sin ir en desmedro del protagonismo de los datos, provenía tanto de los cientos de diarios y revistas nacionales e internacionales que los redactores de ANCLA leían y procesaban todas las mañanas, de las escuchas radiofónicas, pero fundamentalmente de la extensa red de informantes anónimos de todo el país, a quienes la agencia daba primacía a la hora de producir cables noticiosos. La información era depositada manualmente en diversas bocas de correo, siempre distantes de la redacción, con destino a cientos de medios de comunicación de la Argentina, y muchos otros del mundo. Y es interesante descubrir, a través de esta edición de la completa producción periodística de ANCLA, un dato que nunca fue demasiado retomado en la extensísima literatura sobre los setenta y la resistencia a la dictadura: los cables informativos despachados por la agencia durante el primer año y medio del gobierno de facto fueron centrales para el conocimiento internacional de lo que ocurría en el país, dando fundamentos certeros para las múltiples campañas por los derechos humanos que se motorizaron desde  el exterior, que los militares luego calificarían como la “campaña anti argentina”.
Otro mérito de la edición es la constante reafirmación de que el proyecto de ANCLA, lejos de ser una empresa épica de unos pocos valientes, se enmarcó en una organización política con vocación de poder, de la envergadura de Montoneros. Desde su primer despacho, “El gobierno militar y los presos políticos”, enviado el 20 de agosto de 1976, hasta el último, “Dinamitan monumento al obispo Angelelli”, del 8 de septiembre de 1977, la agencia de noticias creada por Walsh, que inteligentemente acuñó un nombre disuasivo para las Fuerzas Armadas, señalando un elemento propio de la marina, fue quizás el más puro reflejo de la vida cotidiana de los trabajadores y el pueblo de la Argentina bajo el accionar de las fuerzas represivas.
Ficha:
ANCLA. Rodolfo Walsh y la Agencia de Noticias Clandestina. 1976 – 1977
Ejercitar la memora editores. 225 páginas. $ 80


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