sábado, 1 de abril de 2023

Enrique Symns contra los zombies

 


Enrique Symns, contra el ataque de los zombies

😢 Las drogas, la soledad, los amigos que no están, los bares, los escenarios, Fito, Vera Land, los zombies, el menemismo: el señor de los venenos visitaba en esta conversación el insondable fondo de su vida, que cabía en mucho más que una maldita valija.


por Juan Francisco Gentile

 16/03/2023

*Esta crónica inédita fue escrita en 2010 luego de una serie de encuentros con Enrique Symns en ocasión de la reedición de “El señor de los venenos”. Por entonces, Symns no tenía casa, pareja ni amigos, y apenas lograba algún ingreso mensual.


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Arrastra sus pies con fatiga, enfundados en sandalias hogareñas. San Telmo es el escenario para ese andar de vagabundo sabio que atraviesa calles ocupadas por cientos de extranjeros que gastan sus euros en bifes de chorizo y ponchos gauchos, sin siquiera notar su presencia. Con una bolsa y una botella de agua en la mano, es el rey sin corona en esas calles donde se erigen las pensiones y los bares en los que duerme todas las noches, bebe todas las tardes, escribe casi nunca y recuerda con nostalgia los años de esplendor creativo. No tiene hogar, Enrique Symns. Vive en una pensión. Nómade irremediable, nunca supo ser dueño de esa patria personal que anhela y construye el común de las personas: una casa, una familia, un trabajo. Su lógica es vivir por fuera del sistema, “como una armadura contra todos los males de este mundo”, dice, parafraseando a Spinetta Jade. De la pensión al bar, del bar a la pensión, a veces a la radio, o a cobrar cheques, hacer trámites. Todos los mozos de la zona lo conocen, y al verlo, casi sin preguntar, preparan una medida del segundo whisky más barato de la carta, con hielo. 


No es fácil encontrarse con Symns. O mejor dicho: no es fácil hacer que Symns se acuerde de la cita. 


– Hola, ¿Enrique?


– Sí, ¿quién es?


– Soy el periodista con el que hablaste en los últimos días. Habíamos quedado en encontrarnos en El Federal, hoy a las cinco, estoy acá, son las siete …


– Ah, sí. Me olvidé por completo. ¿Me estás llamando de un teléfono público? Me hacés gastar crédito, hombre.


– Te pido disculpas. Te llamaba para ver si… 


– Llamame desde un teléfono con tarjeta, hombre.


Symns corta el teléfono. Mal comienzo. Dos horas más tarde, el panorama cambiaría rotundamente.


-Hola, Enrique. Te habla Gentile. Hablaste conmigo hace un rato.


-Sí, hombre, te pido mil disculpas. Se me olvidó totalmente. Es que tengo una memoria de mierda.


– Está bien. No hay problema. ¿Te parece que podemos volver a acordar un encuentro?


-Sí, claro. ¿Qué te parece el viernes, a las cinco, en El Federal?


-Perfecto.


-Disculpame, hombre. Es esta memoria de mierda. Te pido que me llames a las cuatro y media del viernes para hacerme acordar porque seguro me olvido. 


Ese viernes, a las cuatro y media de la tarde, el cielo sobre Buenos Aires viró tan cerrado, negro y pesado que parecía la oscura y tenebrosa noche de uno de los más mersones cuentos de terror. Minutos más tarde, una rabiosa tormenta alcanzó para que se suspendieran las líneas de subte, los trenes y la energía eléctrica en unos quince barrios porteños. Entonces sonó el teléfono.


-Hola, habla Symns.


-Hola, Enrique. ¿Nos vemos, entonces, a las cinco?


-Hombre, esta lluvia es el guascazo de Dios, el fin de los tiempos. Está imposible.  


-Pero te paso a buscar con un taxi y vamos al bar.


-No salgo ni en pedo. Veámonos mañana a las doce en el mismo bar.



Enrique en el escenario de los Redondos, en los años 80.

Entonces, sábado. San Telmo, otra vez. Hippies, artesanos, gringos, linyeras, bohemios. Muchos Symns deambulan por las calles. Pero Enrique nunca aparece. Su teléfono está apagado, y un contestador misterioso con ruidos de tráfico, bocinas y voces entrecortadas atiende los llamados, una y otra vez. Nuevamente, el tipo que supo desbordar con su lengua filosa y su pluma rebelde los cánones de la cultura ciudadana rehúsa el compromiso, desafía al destino y le juega una broma al ingenuo periodista de “los diarios garcas, los que están a favor de la propiedad privada”, que todavía –pobre iluso- confía en la palabra de los hombres. Como un juego literario más, Symns se acerca y se aleja, aleatoriamente, haciéndose perseguir por el aprendiz. ¿Seguirá con ganas de jugar a las escondidas este hombre de sesenta y cuatro años, castigado por una vida repleta de excesos, ex ladrón, ex preso, ex semi rockstar, ex celebridad del under porteño, ex traficante de drogas?


La soledad


Pero el tipo apareció. No estaba tramando ningún juego perverso, ni divirtiéndose al hacer pasar un mal rato al cronista, que había llegado a sentirse como uno de esos personajes de sus libros, los caretas, que hay que abofetear para despertarles del falso sueño de vivir una vida predestinada a la rutina de la familia, el trabajo y la casa. 


– ¿Enrique?


– Sí, ¿quién habla?


– Juan Gentile, el periodista que te estuvo llamando para hacer una nota con vos, ¿te acordás?


– Ah, sí. Te pido disculpas otra vez. Me quedé dormido con el celular apagado. ¿Querés que nos veamos ahora? ¿Vos tenés que hacer una de esas notas que inventó la Rolling Stone, ¿no?


– Sí, Algo así. ¿En media hora en el bar?


– En media hora en el salón fumadores del Federal.


Symns es transparente, sincero. Eso, quizás, es su talismán y su condena: no tiene filtro y dice todo lo que piensa. Le costó la pérdida de amores y amigos, traiciones, peleas con cuchillo y hasta algún que otro tiro. Hoy está solo, dice: “Soledad total. Me separé de mi última mujer que fue Vera Land. Ella fue mi último amor y la amo para siempre. La sigo viendo, está casada, tiene hijos. Tenemos una relación más o menos. Yo la extraño muchísimo, porque nunca encontré una mujer parecida. No tengo amigos. No me los merezco. La soledad tiene un reflejo que no sirve, porque se ahonda en la propia mismidad. Yo necesito vivir con alguien. Necesito gente con quien hablar”.


-Pero vos sos un tipo conocido, casi una leyenda. ¿No te sería fácil encontrar alguien con quien compartir tu vida?


-Una mujer no conseguí nunca más. Me costaría mucho volver a convivir con una mujer. Porque la pareja es un infierno, una porquería, una enfermedad del hombre. El capitalismo existe porque existe la pareja. Existen los supermercados porque dos tipos se enamoran. ¡Flaco! ¿Te acordás del Whisky? No, qué Chivas. Blenders. 



“Hay una catástrofe: no hay personas. Decididamente, definitivamente personas. Que estén dispuestas a jugarse enteramente en cualquier revista, en cualquier programa, en cualquier bar. No hay»

El señor de los venenos


Symns fue parte de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, circa mil novecientos ochenta y pico. Por esos años, fue también mentor de la experiencia editorial más importante de la contracultura porteña post dictadura militar, la revista Cerdos & Peces, leída y venerada por la juventud más inquieta y movilizada de la recuperación democrática. Escribió historias que son un mito entre escritores y lectores que pulularon los márgenes del mainstream editorial, como el caso de La banda de los chacales, que relata con equilibrio entre un coloquial lenguaje pendenciero y una prosa rabiosa de ritmo creciente, cual beatnick criollo, la aventura de una banda de ladrones que planea secuestrar al presidente a cambio de una recompensa especial: la apertura de todos los manicomios y cárceles del país. Amigo y enemigo del equipo titular del rock and roll argentino, Symns cultivó un personaje que lo convirtió en protagonista de anécdotas memorables de casi todos los bares y antros rockeros de la ciudad. Ese mismo tipo ahora está sentado en ojotas mientras sorbe su escocés y habla de sí mismo ante un completo desconocido, como si conversara con el espejo.     


Dice que no tuvo adultez. Que fue niño hasta los cincuenta y siete años, y que a partir de entonces es viejo. Ese momento de quiebre, cuenta, fue cuando surgió la idea de escribir El señor de los venenos, su último gran libro, del que se acaba de publicar su cuarta edición. Elvio Gandolfo lo describió como “una de las más jugosas memorias que puedan encontrarse sobre un arco que va de mediados de los sesenta hasta hoy”. Se trata de una suerte de autobiografía salvaje que retrata con tanta furia como fragilidad cuatro décadas de vida delirante, plagada de bandoleros, literatura, sexo, drogas, rock & roll, viajes, traiciones y retratos de alta definición del clima de época de la década de los ochenta. 


“En Chile, después del quilombo del cierre de la revista The Clinic, yo empecé de cero –relata. Tenía 57 años. Sabía que nadie me iba a publicar nada. Había escrito un libro y se lo quise vender a Alfaguara. Me dieron un adelanto, pero querían un libro en contra de las drogas, y yo no estaba dispuesto a tanto. Me di cuenta de que contar mi vida no quiere decir necesariamente decir la verdad. Entonces, empecé a escribir mi vida y la de los otros, partiendo de una frase extraordinaria que una vez me dijo un amigo: `siempre tenés que hablar mal de vos mismo´. Viste que están esos tipos imbéciles como Marcelo Cohen, Tomás Abraham, imbéciles, que hablan constantemente desde esa impostura que es posicionarse desde el saber. Fue muy duro escribir El Señor de Los Venenos, porque tuve que implicar gente y contar cosas que había personas que no sabían que yo las estaba contando, también había cosas que directamente no podía contar, que implicaba muertes. Tuve que desempolvar toneladas de recuerdos, y eso siempre es una tarea gris y pesada”. En ese momento, de unos parlantes enormes instalados en las paredes del bar suena, repentinamente y a muy alto volumen, una estridente música disco, como si el encargado de la musicalización hubiera encendido algo incorrecto y sin guardar relación con el ambiente. Todos los comensales se silencian al sentir el pequeño susto. Symns parece enojarse: “¡Qué música de mierda! ¡Flaco, te rompo toda la discoteca!”.



“Uso las drogas para, por ejemplo, subir al escenario. La cocaína, más que nada. Fogwill me pegó el hábito»

Su relación con las drogas siempre fue de una intimidad sistemática. A lo largo de los años, supo atravesar por etapas psicodélicas de experimentación con plantas alucinógenas en el Amazonas y cultivar durante años un estrecho vínculo con una de las marihuanas más potentes del mundo, la Punto Rojo colombiana. Sin embargo, fue la cocaína, “el resurrector instantáneo de la continua muerte que provoca el mundo”, la única sustancia que logró enamorarlo y fiel compañera durante la mayor parte de su vida. Su timidez, cuenta, le impedía desarrollar la vida social que secretamente deseaba con fervor: “Uso las drogas para, por ejemplo, subir al escenario. La cocaína, más que nada. Fogwill me pegó el hábito. Me di cuenta que daba una inteligencia suprema para escribir. Si te da por coger, cagaste. Ahora es inútil tomar cocaína, porque es mala. La buena la toman los ricos. Yo soy un tomador profesional. Tengo un dealer que viene todos los días si yo quiero. Antes tomaba todos los días menos domingo y lunes. Ahora soy diabético y no puedo. Pero tampoco tenía que hacer las cosas que tengo que hacer ahora. Sólo tenía que escribir y actuar. Ahora tengo que moverme, ir a cobrar cheques, hablar con la gente, y no se puede tomar”. Cierta nostalgia se apodera de su tono, y resulta un milagro que luego de cuarenta años de cocaína y alcohol Symns se encuentre tan despierto mentalmente. Por lógica, afloran dos hipótesis: o el tipo tomó menos de lo que cuenta, y le enchufa el inflador a la historia de su vida, o está dotado de una lucidez privilegiada que ni los cientos de kilos que esnifó en bares, redacciones, escenarios y cárceles lograron apagar. 


Sólo hay zombies


Symns tiene aires de filósofo callejero. Dueño de una verba privilegiada, se le suelta la cadena y no puede dejar de hablar. Es un torbellino de palabras pesadas, un malabarista de los grandes temas de la humanidad. Así, no deja de trazar una suerte de diagnóstico filosófico de toda la humanidad, el mundo y el cosmos. Pesimista, cree que la Tierra está devastada, que no hay esperanza y que todos nos vamos a morir de algún modo trágico, producto de la incompetencia del autodestructivo género humano: “Hay una catástrofe: no hay personas. Decididamente, definitivamente personas. Que estén dispuestas a jugarse enteramente en cualquier revista, en cualquier programa, en cualquier bar. No hay. Cuando te corrés del sistema, cuando no estudiás, no trabajás, no te casás, no tenés hijos, conocés lo oculto, donde está el éxtasis. A mí me pasó todo eso. Nunca fui al dentista. Nunca me compré un traje. Ahora tengo que ir a la AFIP, y en esos lugares está todo muerto. No hay pasión. En las conversaciones no hay pasión. Veo zombies, gente arrasada. Nadie habla de nada. Están todos preocupados y absorbidos por el dinero. La clase maldita media, la gente que yo conozco, que trabajan en los diarios, que ganan buena plata, en la radio, ¿Qué les pasa con esa vida? ¡Nada!”


-¿Siempre sentiste que sólo hay zombies?


-Hubo una época interesante. Fue la época menemista. Muy rara, muy interesante. Era extraordinario porque nos juntábamos los pistoleros con los comisarios, éramos amigos. Yo tenía amigos comisarios, iba a Lanús y me pasaba días charlando con los canas. Había compasión. En el sentido de compartir la pasión con el otro, no en el sentido de la piedad. Si pasa un pibe vendiendo curitas, ¡le doy veinte pesos loco! Solamente los pobres les dan guita. Por eso está bien cuando los matan por una zapatilla, por el auto. El trabajo es esclavitud y la propiedad privada es el único delito. ¿Quién alambró a la propiedad ajena? El hombre que ha sido saqueado tiene todo el derecho a usar cualquier medio para recuperar lo que es suyo. 


El culito preferido de Maradona


Es sabido que Symns tiene una habilidad extraordinaria para mandar al frente a personajes híper públicos. No tiene ningún reparo en contar que Pappo era violador de mujeres (“Esa noche, Gloria Guerrero me contó el intento de violación que sufrió por parte del bastardo de Pappo, el blusero. El ataque aconteció aprovechando la soledad del bus de una gira. Gloria se defendió y el maldito gusano le partió la cara a puñetazos. Esa rata inmunda de Pappo ya violó a una gran amiga mía hace muchos años”, escribió en El señor de los venenos), que a Andrés Ciro, el cantante de Los Piojos, le gustan los nenes menores de edad, o la cantidad de cocaína que se meten en la nariz distintos personajes del rock y aledaños, como Willy Crook, Daniel Melingo, Gustavo Cordera y el Indio Solari. Symns se queja de que en las redacciones de los diarios y revistas en los que esporádicamente publica algunas notas le cortan los tramos de los textos en los que revela historias que contienen costados ocultos de personajes públicos: “Decir, por ejemplo, que Maradona es transexual, parece que está mal. Te lo cortan. Son cosas que sabe todo el mundo. Por ejemplo, el culito preferido de Maradona es el del tipo ése que era el chofer de Charly García, el cumbiero. Los códigos, los secretos, el código penal, son una mierda. Es todo para que la gente no sepa nada de lo que pasa. Los códigos del fútbol, ¿Por qué es tan común coger con hombres en el fútbol? ¡Porque es fantástico!, coger por el culo de un hombre vírgen, es genial. La heterosexualidad es un invento”, se emociona. Esta vez está sentado en el Rodney, famoso bar de la Chacarita, un jueves por la noche, luego de su habitual intervención en el programa radial de Gillespie, en la Rock & Pop. En la radio, el tipo parece sentirse como pez en el agua. Nada mejor para un hablador que un micrófono, y una invisible audiencia multitudinaria presta a atender cada palabra filosa que dispara sin aviso. Con un cigarro apagado en la mano, habla de todos los temas que surgen en el programa, y cada tanto le tienen que recordar que hable al micrófono, que no encienda el pucho y que module un poco más, porque su destartalada dentadura atenta contra el entendimiento.  


– Y con Fito, ¿Cuál es tu relación actual?


– Fito ahora vive en la conchita de Buenos Aires, Recoleta. Antes vivía en San Telmo, nos cruzábamos en los bares y pasábamos grandes noches. En un momento, fue una cagada porque yo empecé a depender económicamente de Fito. El libro que hice con él, por ejemplo, es excelente. Un gran trabajo documental, sobre todo el desarrollo del crimen de su familia. Ese libro se hizo por decisión de Lanata. Charly estaba por sacar uno, le ganamos de mano, y entró a varias librerías a quemar los libros de Fito. Es un pajero compulsivo, Páez. Una vez pintó toda una mesa con semen, en Rosario. Se masturbaba con las puertas, es parte de una secta muy rara. Te pasás un poco y te rompe la pija. Esa tensión, ese peligro, los excita mucho.



Fito en Cerdos&Peces

Ahora ya somos personas


-Bueno, hombre, ya está. ¿Tenés la nota? –dice Symns, mientras señala el grabador y el cuaderno de anotaciones.


-Me gustaría que hablemos un poco más de rock, de Los Redondos y de La Bersuit. Siempre contás que fueron muy importantes en tu vida.


-Sí, pero estoy hinchado las pelotas de hablar de eso. Sólo te voy a decir que me costó muchísimo reponerme de la traición del Indio. Ahora vive enrejado y lleno de cámaras de seguridad en una quinta, alejado de todo el mundo del que habla en sus canciones. Y al pelado Cordera estuve por matarlo. No te puedo contar por qué. Pero casi lo asesino. Me voy. Sos agradable, me caíste bien –dice, con una sonrisa en los labios, mientras se incorpora. Luego, balbucea algo que no se entiende pero parece una sentencia universal.


-¿Qué? –le pregunto, y me acerco para que me hable casi al oído.


-A partir de ahora vamos a poder hablar como personas. Vos y yo, ya somos personas –dice, cómplice, mientras sostiene la mirada por uno o dos segundos.


Acto seguido, el símbolo máximo de la contracultura nacional, el último maldito, el gran bandido literario, se aleja hacia la puerta. Arrastra sus ojotas con resignación. 


Publicado en El Grito del Sur


sábado, 23 de octubre de 2021

Pedro Peretti: «Con los monopolios no se puede pactar, hay que ir hacia otro esquema de producción de alimentos»

El ex titular de la Federación Agraria analiza las medidas de control de precios, critica la concentración del mercado alimenticio y sentencia: “El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares”


Luego de varias idas y vueltas, reuniones y declaraciones cruzadas, finalmente el gobierno nacional publicó en el Boletín Oficial la resolución de la Secretaría de Comercio que dispone el congelamiento de los precios de más de 1400 productos hasta el 7 de enero, en el marco de una escalada inflacionaria que golpea duramente a los sectores populares a través de una permanente suba de precios en los productos de consumo masivo. La reacción de las cámaras empresarias fue inmediata y representantes del sector salieron a rechazar la medida al advertir sobre posibles faltantes de productos en las góndolas. “El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares”, dice Pedro Peretti, productor agropecuario de la localidad santafesina de Marcos Paz y ex titular de la Federación Agraria Argentina, a la cual renunció en marzo de 2014 luego de que la entidad, que históricamente nucleó a los pequeños y medianos productores, decidiera integrarse a Convergencia Empresaria, un conglomerado de propietarios del sector privado de orientación netamente neoliberal. En diálogo con El Grito del Sur, Peretti analizó la puja que se desarrolla entre el gobierno del Frente de Todos y el empresariado del sector de la alimentación, que no está dispuesto a ceder márgenes de rentabilidad, mientras más del 40% de la población cayó por debajo de la línea de la pobreza en el primer semestre de este año.

¿Cómo evaluás la medida del congelamiento resuelta por el gobierno nacional?

La decisión va en una dirección correcta. Roberto Feletti (Secretario de Comercio Interior) tuvo una actitud muy oportuna en este contexto. Pero para que sea efectiva, debe tener el acompañamiento de todo el gobierno, del Presidente para abajo. Además, y esto es clave, requiere del compromiso del pueblo en su conjunto, de los sindicatos, de las organizaciones y de los gobernadores e intendentes, para lograr su objetivo.

Sin embargo, algunos representantes del empresariado del sector salieron rápidamente a responder que puede haber desabastecimiento

El desabastecimiento es un instrumento de los monopolios para desestabilizar a los gobiernos populares. Es una disposición política para golpear en la legitimidad social, busca que la gente esté desconforme y finalmente vote de otra manera. Puede también terminar en un golpe de mercado como fue en el Rodrigazo, cuando se atacó el Plan Gelbard, o en el Chile de Allende, donde hubo un enorme desabastecimiento que precedió al golpe que lo derrocó. Siempre, en la región, los grupos concentrados que controlan la cadena de alimentos utilizaron el desabastecimiento como una forma de condicionar a los gobiernos que buscaron poner algún límite a sus ganancias siderales en beneficio de las grandes mayorías.

¿Cuáles son los actores que concretamente resisten la medida?

Fijate el caso de Molinos Río de La Plata. En su directorio tiene a Susana Malcorra, ex canciller de Macri, y tiene posición dominante en más de 15 productos de la canasta. Es una de las principales interesadas en quedarse con Vicentín. A su vez, es una de las principales productoras de aceite del país. El año pasado exportó 692.000 toneladas de aceite. Tiene el 12% del mercado. ¿Cómo se puede desabastecer de aceite al país con semejante volumen productivo? Solamente se explicaría porque hay una decisión política de no ponerlo en la góndola.

¿Cómo es actualmente el mapa de la concentración en la producción y distribución de alimentos en nuestro país?

50 empresas explican el 80% del abastecimiento. Hay algunos rubros en los cuales la concentración es bestial. En la leche, una empresa tiene el 68% del mercado. En el azúcar tres empresas concentran el 86%. En aceite, tres empresas tienen el 91%. En harinas, dos empresas tienen el 82%. En fideos una sola empresa, tiene el 81% del mercado. Y podríamos seguir así hasta el cansancio. Los monopolios dominan el mercado de alimentos en Argentina.


¿Cuánto incide en la formación de precios y en el alza inflacionaria? Hay especialistas que dicen que no es tan importante, sino que los precios suben más por las variables macroeconómicas que por la concentración del mercado…

En los primeros quince días de octubre, hubo enlatados y productos de conserva que aumentaron 25%. ¿Qué condición macroeconómica se alteró? Las tarifas no aumentaron, el dólar sigue un ritmo estable. Lo único que explica estos aumentos son las posiciones dominantes y abusivas. Cuando se reguló mínimamente el problema de la carne, eliminando a las más de 50 operadoras truchas, que contrabandeaban y triangulaban, presionando también sobre los precios, la carne bajó.

¿Cómo se puede comenzar a recorrer otro camino, rumbo a la soberanía alimentaria?

El campo nacional y popular va a tener que discutir y entender, algún día, una cuestión central: la política agropecuaria y el modelo de producción de alimentos. No se puede mirar para otro lado. Una política pública es todo lo que un gobierno hace, pero también lo que no hace. Esta concentración económica tiene que ver con que durante mucho tiempo se miró para otro lado. Con los monopolios no se puede pactar. Hay que ir hacia otro esquema de producción de alimentos. Primero, hay que discutir el uso y tenencia de la tierra. Hay que tener en claro que el problema de la alimentación tiene que ver directamente con la distribución de la riqueza. La alimentación está estrechamente vinculada con el salario y los ingresos de la población. Más salario, mejor alimentación. No es un problema de volumen de producción ni de escala. Incluso, se puede pensar que hace falta menos volumen, pero mejor distribución.

¿Es posible revertir la concentración en pocas manos de la tierra productiva?

La Argentina debe generar nuevos productores agropecuarios. El Estado debe comprar tierras y venderlas con una financiación accesible a quienes quieran producir para abastecer la mesa popular. Para eso debe constituirse un Instituto Nacional de Colonización Agraria, como tiene Uruguay, y como también tuvo nuestro país en algún momento, llamado Consejo Agrario Nacional, que recibía tierras en donación y las distribuía en créditos a largo plazo.

En estos dos años de gobierno del Frente de Todos, no se pudo controlar el frente inflacionario. La población vio sus ingresos corriendo por detrás de los precios y eso tuvo expresión en las urnas. ¿Dónde se falló?

La vicepresidenta marcó claramente que era necesario alinear tarifas, precios y salarios. No se la escuchó. Claramente el problema estuvo ahí. El ministerio de economía hizo una política de control fiscal en vez de un plan económico. Nos llevó a implementar el programa del FMI, ahorrar dos puntos del PBI, pero tampoco firmó el acuerdo con el fondo. En ese proceso, el gobierno perdió seis millones de votos. La política pública no puede estar guiada por la tapa de un diario o por lo que dicen los medios, sino por el bienestar del pueblo.


https://elgritodelsur.com.ar/2021/10/pedro-peretti-con-los-monopolios-no-se-puede-pactar.html

sábado, 25 de septiembre de 2021

Aníbal: el soldado lenguaraz

  Doctor Aníbal Fernández, buen día

 Buen día

Dígame, ¿sigue siendo amigo de Moreno ahora que le quebró un dedo al abogado Soaje Pinto?

 No, Soaje Pinto le pegó al titular de la SIGEN (Sindicatura General de la Nación), que es más bueno que Lassie…

 Cuídese de sus amigos porque le van a terminar rompiendo un brazo

 No, cuídese usted de sus amigos

 Mis amigos son todos buenísimos

 No, si su amigo Magnetto es un tipo bárbaro, quédese tranquila que mi amiguito es Ceferino Namuncurá al lado de ese

 Ah, entonces es amigo de Moreno

 Me caso con Moreno, antes de tomar un café con Magnetto

Bueno… cuídese

¿y Boston?

¿eh?

 Y usted también, piénselo. Cuídese de sus amigos, porque son más peligrosos los suyos que los míos, quédese tranquila.


El diálogo ocurrió al aire de Radio Mitre el 17 de julio de 2010. Quien entrevista al nuevo Ministro de Seguridad es la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Tanto el medio como la periodista, cultores del luego autodenominado “periodismo de guerra”. Por entonces, el lenguaraz quilmeño portaba el traje de Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner. Le calzaba como un guante. Escenas del mismo tenor se sucedían casi todos los días. En medios de comunicación, en la entrada de la casa de gobierno, en la Quinta de Olivos, o sentado en una reposera en la costa bonaerense durante el verano. El estilo de Aníbal fue siempre el mismo: es de los que se agrandan frente a contextos adversos. Cuanto más caldeado el clima, más fuerte juega y más picante torna su labia. Político full time, curtió prácticamente todos niveles de gestión: fue legislador provincial, intendente municipal, diputado, senador, ministro y jefe de gabinete. «Yo no vivo de la política. Vivo para la política», suele repetir.

Entre sus méritos, pican en punta su lengua filosa, su capacidad inagotable de poner la cara frente a los golpes, su cultura general, su picardía. Entre sus puntos oscuros, su rol como funcionario a cargo de la seguridad durante los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en pleno estallido social el 26 de junio de 2002. Mezcla de hábil espadachín de la real politik y personaje de sainete criollo, hombre de Estado, su cuero curtido por mil batallas carga los laureles y las esquirlas de una vida en la primera línea de fuego. Estigmatizado y perseguido. Pieza clave de la emancipación kirchnerista del duhaldismo. Aníbal Fernández asume recargado en el ministerio más caliente de una gestión nacional que viene de recibir un gélido cachetazo de realidad en las PASO del 12 de septiembre. “Soy un soldado. Donde me llaman, estoy”, dice.

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Aníbal Domingo Fernández nació en Quilmes el 9 de enero de 1957 en el seno de una familia peronista. Cuenta que su padre quería llamarlo Juan Domingo, y que su madre proponía Aníbal Alberto. Finalmente, hubo fumata. Comenzó a militar cuando cumplió los catorce. Se recibió de contador público en la Universidad de Lomas de Zamora. Tenía 26 años cuando en 1983 comenzó el período más largo de Democracia en la Argentina, que se extiende hasta hoy. 38 años de elecciones y alternancia que lo encontraron siempre en la función pública: desde la asunción de Alfonsín, cuando comenzó a ejercer su primer cargo público, como secretario administrativo del bloque peronista en el senado bonaerense, hasta hoy, como reemplazante de una cuestionada Sabina Frederic.  

Vecinos y vecinas de Quilmes determinaron en las urnas que por el período 1991-1995 Aníbal iba a ser intendente de esa localidad del sur del Gran Buenos Aires. Territorio ribereño, rico en mística y disputas entre facciones, hiperpolitizado, con altos índices de pobreza estructural y algunos de los asentamientos más grandes de la provincia, como Villa Itatí y El Triángulo, entre otros. Durante ese período, fue imputado en una causa judicial por falsificación de documento público, y aunque un año más tarde fue sobreseído, de esos días quedó para el anecdotario político la versión nunca del todo confirmada de su escape de la municipalidad en el baúl de un auto: «inventaron esa pelotudez de que yo salí en el baúl de un coche. Pero ¿quién se creen que soy yo? ¿Sabés cuánto era el dinero que se discutía? ¡15 000 dólares! ¡Esconderme en un baúl por 15 000 dólares! Son todos tarados estos tipos», declaró en una entrevista en julio de 2010.

Más tarde, fue ministro provincial en las gobernaciones de Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf. Años de entrenamiento intenso en gestión de lo cotidiano, para lo que vendría: en 2002 el presidente Duhalde lo designa primero como Secretario General de la Presidencia (cargo que ejercía cuando Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron brutalmente asesinados por las fuerzas federales durante una protesta social en Avellaneda) y luego como ministro de Producción. Un año después Néstor Kirchner lo ubica al frente del Ministerio del Interior, lugar que ocupó durante toda la presidencia del pingüino. Entonces, Aníbal fue una bisagra para la transición del duhaldismo al kirchnerismo, ese artefacto político que aún hoy ocupa la centralidad de la vida política nacional. Los organismos de Derechos Humanos coinciden en destacar el impulso que le imprimió desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, entre 2007 y 2009, a los juicios a los genocidas de la última dictadura por los crímenes de lesa humanidad. 

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Lector voraz, ricotero confeso, guitarrista amateur, afecto al cultivo de bonsái, el reciente Ministro de Seguridad no sólo es hiperquinético en la política. Polifacético, fue presidente de Quilmes, el club de sus amores, y titular de la Confederación Argentina de Hockey. Además, es un obsesivo de los datos. Almacena números e información precisa de los más variados temas y registros. Desde cuánto mide la muralla china hasta indicadores socioeconómicos de todas las regiones del mundo de los últimos cien años. “Soy un coleccionista de datos inútiles – dice de sí -. Vivo recordando pelotudeces”.

Es lenguaraz. La labia lo asiste. No sería exagerado colocarle en la solapa la medalla del más hábil declarante de la política argentina. Mientras muchos funcionarios, acostumbrados a trabajar bajo altos niveles de presión, ven una cámara o un micrófono y se paralizan, Aníbal saca a relucir el filo de su lengua. Sus apariciones públicas a lo largo de las últimas décadas dejaron un extenso cúmulo de frases icónicas.: «El que quiera discutir con Cristina, yo le aconsejo: chocar con un tren cargado con piedras es más fácil», «Lo esencial es invisible a los troskos», «El cementerio está lleno de imprescindibles», «Soy duhaldista portador sano», «Massa es como el mate cocido, llena pero no engorda», «Sabsay se cree constitucionalista porque toma el tren en Constitución», entre muchas otras. Payador de la política, se han escrito libros enteros sólo con sus declaraciones y frases icónicas.

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Si hay un diagnóstico compartido entre las distintas tribus del peronismo sobre la victoria de Macri en 2015 es que la descarnada interna entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez (otro reciente repatriado al gabinete) en la provincia de Buenos Aires fue determinante para la derrota nacional. Una semana antes de aquellas elecciones, Martín Lanatta, condenado por el triple crimen de General Rodríguez vinculado al tráfico de efedrina, involucró a Aníbal en la investigación, al afirmar que él era «La Morsa», un personaje sospechado de estar detrás de los asesinatos. Por entonces el ruido fue atronador y el impacto político, detonante. Los medios de comunicación de mayor audiencia apuntalaron la versión en los días previos a las elecciones, veinticuatro siete. Recién el 12 de septiembre de 2020, Clarín publicó camuflada dentro de una nota la desmentida: «La Morsa» no era Aníbal. Pero se sabe: la corrección posterior nunca repara los daños de la mentira.

En los casi dos años que lleva el gobierno del Frente de Todos, el área de seguridad es tal vez la que más cortocircuitos expuso. Los permanentes cruces públicos entre Sabina Frederic y Sergio Berni no hicieron más que exponer la falta de una visión común en un ámbito por demás delicado: el manejo de unas fuerzas siempre al límite del exceso. La llegada de Aníbal Fernández, según filtraron desde adentro, es bien recibida en los altos mandos. Ya estuvo a cargo antes, desde el Ministerio de Interior, y muy cerca desde Justicia y Derechos Humanos. El abrazo con Berni ratifica la vuelta de página y el comienzo de una etapa de buena sintonía entre los encargados de la seguridad en Nación y en la Provincia de Buenos Aires. Sólo resta saber si su accionar en las calles estará orientado a la reducción de las desigualdades o a su profundización.

Cuando el gobierno del Frente de Todos se mostraba todavía grogi por los resultados electorales, y los ministros referenciados directamente en CFK presentaron su renuncia, el de Aníbal Fernández fue el primer nombre de peso que sonó entre la incertidumbre. Las imágenes lo mostraban en el ingreso de la Rosada. Hacía tiempo que no pisaba ese suelo: desde el final de la última presidencia de Cristina fue más frecuente encontrarlo en un set de televisión que en un ámbito institucional. «Llegó Aníbal a la Rosada», decían los videographs y los mensajes en los celulares. La crisis era grande, el cuadro se complicaba. Antes de volverse terminal, necesitaba la intervención de cirujanos mayores. Al terminar la reunión con Alberto, enfrentó la sed de declaraciones de la guardia periodística. “No me ofrecieron nada. Sólo vine a ayudar”. Pocos días más tarde, su nombre integraría la lista de los nuevos ministros.


https://elgritodelsur.com.ar/2021/09/anibal-el-soldado-lenguaraz.html

jueves, 23 de septiembre de 2021

"El verdadero escenario está en la lucha"

 Paula Arraigada, candidata a legisladora porteña por el Frente de Todos, sería la primera representante del colectivo trans en acceder a una banca en la historia argentina. Una historia de vida marcada por una doble búsqueda: la identidad autopercibida y la vocación política.

domingo, 23 de agosto de 2020

Billie es el nombre del futuro

"Donald Trump está destruyendo el país. No es posible el silencio, nuestras vidas y las de todo el mundo dependen de esto. Por favor, voten contra Trump". Con estas palabras se presentó Billie Eilish, la artista californiana de 18 años que deslumbra juventudes y se convirtió en referente mundial, en la convención demócrata que dio inicio a la campaña para llevar a Joe Biden y Kamala Harris a la Casa Blanca -Aunque muchos hubieran preferido a Bernie Sanders, y la figura de Biden se contornea algo difusa, el objetivo de terminar con esa pesadilla que es el gobierno del magnate de pelo naranja pudo más. Frente de Todos-.  




Conocí a Billie gracias a mi hija, a fines de 2019. Ella y algunas de sus amigas flashearon en colores con esta muchacha de aspecto algo andrógino y cuerpo pequeño escudado en holgadas ropas deportivas como armadura de una guerrera que por lanza empuña una voz potente y profunda, de raigambre soulera. Una referencia, tal vez algo caprichosa, para les +30: puede ser una Amy Winehouse del siglo XXI, nativa digital, con bastante menos fisura y hasta el momento mayor fortaleza para sobrellevar la pesada carga de mandato y prejuicio que recae densa sobre las mujeres -algo de eso fue lo que en buena medida terminó de manera tan temprana con la buena de Amy-.

Pensaba en el momento de quiebre colectivo más fuerte que tuvo la generación de la que formo parte: el 2001. La debacle del gobierno de la Alianza, como momento culminante de una larga serie de políticas y procesos sociales signadas por el deterioro de las condiciones de vida de la población argentina, nos marcó a sangre y fuego. Estado de sitio, represión, saqueos en hipermercados y en comercios de barrio. Una serie de imágenes que difícilmente se borren de nuestro disco rígido político y emocional, entre las que sin dudas estaría el chino de ciudadela en llanto desconsolado mientras en segundo plano pasa alguien con un árbol de navidad al hombro. Mientras la olla a presión argentina ya temblequeaba y todo indicaba que no había vuelta atrás, el 18 de diciembre de 2001 nacía en la soleada California, en el seno de una familia de artistas como las hay a borbotones en la progresista costa oeste, la niña que sería ícono de la siguiente generación, esa que esperemos nunca sepa de de corralitos ni presidentes que huyen en helicópteros a través de cielos sobre una plaza de muertos y heridos. En términos de masividad, Billie Eilish es una estrella pop adolescente. Pero a diferencia con la larga lista de solistas y grupos de probeta, diseñados en los laboratorios del mainstream cultural, Billie no lleva esa pátina saturada de colores flúo que recubre a muchos productos musicales del mercado. Su propuesta artística es original y genuina, su música tiene gran calidad, su mensaje es empoderante. Suena fuerte y delicada, la producción es high level, se ve y se escucha clásica y moderna. La rebeldía en ella no es rotura, acaso sí ruptura en alguna medida, aunque con continuidades.

Si la generación que fue joven en los años ochenta y noventa se caracterizó en buena medida por el sentimiento No future, concepto que sintetizaba la falta de esperanza en el porvenir y un repliegue sobre lo individual como refugio ante un mundo que abandonaba las perspectivas colectivas, Billie canta en su último corte: "Estoy enamorada de mi futuro". Fue precisamente My future la canción que interpretó con su banda, liderada por su hermano y productor musical Finneas, para la Convención Demócrata. Desparramó groove y plantó bandera en la discusión electoral que enfrenta la principal potencia del mundo. Todo en un solo movimiento. También alzó su voz con fuerza cuando Estados Unidos se revolucionó por el asesinato de George Floyd a manos de policías de Mineápolis. Popularidad en la juventud ya no es sinónimo banalidad o indiferencia ante la realidad social y política, como se logró instalar en las últimas décadas del siglo pasado y los primeros dos mil. Como aquella otra Billie, Holliday, que casi un siglo antes alzó su voz para mostrar los sufrimientos de los afrodescendientes maltratados por su color de piel en el sur de Estados Unidos, Eilish representa hoy a una juventud que no se conforma con lo que una sociedad de gente adulta nacida y criada en el siglo XX, cargada de prejuicios, espera de ella. Genera en mi un enorme regocijo que mi hija encuentre allí su voz y su referencia. Algo hicimos bien.



https://elpaisdigital.com.ar/contenido/billie-es-el-nombre-del-futuro/28010

miércoles, 11 de marzo de 2020

Cìrculo rojo en offside


La lucha entre el deseo y la realidad. O lo que queremos que la realidad sea y aquello que, luego, efectivamente ocurre. No es fácil, para nadie, calibrar de forma equilibrada esos dos elementos. Pero parece que para los analistas, opinólogos y operadores del establishment político, con terminales en el –todavía- oficialismo, es más complicado que para nadie: la ex presidenta y vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner volvió por estos días a tirarse un paso sorpresivo para el círculo rojo, a contrapelo de las predicciones circulantes, en el armado del esqueleto legislativo. Habitual jugadora impredecible, tendrá especial injerencia, con su presidencia del Senado a partir del 10 de diciembre, y el rol central que está casi confirmado para Máximo Kirchner en Diputados. Descolocados, como cuando a través de un video Cristina anunció que el candidato sería Alberto, el variado espectro del antiperonismo luce grogui, y no queda nada claro cuál va a ser el formato de la oposición al gobierno del Frente de Todos. ¿Habrá un bloque opositor sólido y cohesionado? ¿O, como pareciera, distintos varietales habitarán las bateas, con graduaciones de confrontación y colaboración diferentes en su composición química? Ahora que hay media sanción de la Ley de Góndolas, parece que la tendencia debiera es hacia la diversificación de la oferta.

Repasemos entonces cuál es el esquema del Congreso que se viene. La novedad más reciente es que Cristina diseña de modo pragmático un Senado que le permitirá tener el cuórum atado y  una mayoría peronista propia. Lejos de quienes, para propia comodidad, imaginaban un kirchnerismo autoritario y cerrado sobre sí mismo, se dibuja un esquema de poder balanceado entre los distintos actores del futuro oficialismo, con protagonismo de los representantes de las provincias y las gobernaciones. Así, en la presidencia provisional del Senado, lugar que le sigue a la vicepresidencia en la línea sucesoria, se perfila Claudia Ledesma Abdala, senadora electa por Santiago del Estero. Abdala pertenece al riñón del gobernador santiagueño, Gerardo Zamora. A su vez, para la presidencia del bloque peronista en la cámara altapica en punta José Mayans, de Formosa, quien con este nuevo panorama podría comandar un bloque de 40 o más senadores. Le sobraría para el cuorum. Con Carlos Caserio en el ejecutivo (suena para el ministerio de Transporte -el teléfono de Randazzo esperaba esa llamada pero no va a llegar-), los lugares más importantes del Senado, como la vicepresidencia, secretarías parlamentarias y administrativa, y las presidencias de comisiones clave estarían repartidas entre las distintas variantes del peronismo: el misionero Maurice Closs, el neuquino Marcelo Fuentes, la mendocina Anabel Fernández Sagasti, el pampeano Daniel Lovera, el porteño Jorge Taiana, entre otros nombres, suenan fuerte.

Las definiciones en el Senado impactan en Diputados, donde Sergio Massa será presidente de la Cámara, y Máximo Kirchner titular de un bloque oficialista que desde el vamos cuenta 110 bancas. El número casi seguro aumenta, al sumar bancadas provinciales, ahora más propensas a la unidad, y también diputados sueltos que o bien se irían de Cambiemos (como Pablo Ansaloni, diputado de la UATRE) o bien venían funcionando como monobloques (como José Luis Ramón, de Mendoza). Así, la futura bancada del Frente de Todos puede estar cerca de los 129 que se necesitan para sesionar.

Con este armado parlamentario, el futuro gobierno de Alberto Fernández tendrá prácticamente garantizada la sanción de una nueva versión del presupuesto 2020 y el paquete de leyes con el que pretende capear el temporal que le deja Macri en el frente interno: una crisis económica que no tiene freno y golpea a diario a las grandes mayorías de la población, con remarcaciones constantes y aumentos en todo aquello que pueda aumentar. También será clave el Congreso para enfrentar el frente externo, la otra cara de la pesada herencia de Cambiemos, con vencimientos siderales de una deuda externa tomada casi exclusivamente para nutrir la fuga de divisas y la bicicleta financiera. Al respecto, Massa y Máximo piensan avanzar en el Congreso con una Ley que prohíba y penalice el endeudamiento con consecuencias gravosas para la sociedad. No son buenas noticias para Macri y el equipo económico que firmó con el FMI, que siguen a bordo de ese tranvía llamado deseo.


El futuro político: un caleidoscopio

Las escuelas de todo el país se llenarán en pocos días de electores que bailarán la danza del ritual democrático. Domingos electorales, ya son un clásico nacional: los aplausos a quien vota por primera vez, los vecinos solidarios que donan facturas a las autoridades de mesa, el heroísmo ciudadano encarnado por la gente muy mayor que va a votar aún con dificultades para desplazarse. Reuniones familiares, discusiones, expectativa por los resultados, contrabando de bocas de urna, bunkers, canales de noticias en cuenta regresiva. Cada quien lo vive de acuerdo a su cercanía o distancia con la política, pero a nadie le es extraño buscarse en el padrón, hacer la fila, agarrar la boleta y atenerse a las consecuencias. Folclore. Democracia: la cosa sana. Esta vez, será para elegir al inquilino del lugar de mayor jerarquía del sistema político nacional los próximos cuatro años. Aunque alguna vez un representante de los poderes fácticos —esos que nadie vota— lo haya calificado de "puesto menor", es el presidente con sus políticas la única garantía posible de un arbitraje justo y equitativo de las relaciones sociales.

El futuro inmediato se muestra como un caleidoscopio de infinitas combinaciones y figuras, que se forman y deforman ante el mínimo movimiento de la lente con la que se mira. Las dudas son muchas y de variado orden, pero sobresalen algunas, siempre sobre la hipótesis de una ratificación de los resultados electorales: ¿Podrá Alberto Fernández llevar a buen puerto un gobierno que traiga alivio y recuperación a trabajadores asalariados, clase media, cuentapropistas, pymes y de la economía informal, castigados duramente durante el gobierno de Macri, y navegar a la vez sin naufragar el bravío mar del frente externo, donde el fantasma de la deuda acecha tras la puerta del camarote del Capitán? Y no menos importante: ¿Cómo se administrarán las tensiones dentro del amplio frente social que lo lleva a la presidencia? Por otro lado, ¿Macri se retirará y cederá la conducción de la nueva oposición al tándem Vidal-Larreta? ¿O abrazará el clamor de las plazas del "Sí se puede" y buscará mantenerse en las primeras líneas de la política argentina, proyectando una candidatura legislativa en 2021? Cerca del oficialismo y por estos días gana fuerza la segunda opción, para dolor de cabeza del “ala política” de Cambiemos —Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, la UCR de la capital, el mendocino Cornejo, el ahora candidato Lousteau, y demás—, que ya trabaja en el armado del postmacrismo y tiende puentes con Fernández.

De las elecciones primarias a esta parte, se cristalizó lo que se había insinuado al definirse el escenario electoral, allá por mayo —parece una eternidad—, cuando Cristina anunció la fórmula FF: la reorientación hacia la unidad del peronismo, hasta entonces dominado por la fragmentación, y desde allí la plataforma hacia una nueva búsqueda de hegemonía, expresada hoy en el Frente de Todos. En simultáneo a ese movimiento, el actual oficialismo parece haberse recostado en su propia minoría intensa. Esto se vio con mayor claridad en las últimas semanas, con un Alberto moderado, quizás más prudente ante la cercanía creciente con los duros problemas que va a tener que afrontar en un eventual gobierno; y un Macri que consolidó un discurso orientado a la derecha del espectro ideológico, apuntalado por su definición tajante en contra de la legalización del aborto y por su candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto, que denuncia inteligencia comunista cubana dentro del Frente de Todos y propone colocar dinamita en los puntos de venta de droga, entre otros highlights.

La potencia electoral de un peronismo unificado parece no tener rival en la Argentina. Esto confirma que todas las esperanzas de los sectores no peronistas residen en la fragmentación de esa fuerza social y política. Doble desafío para Fernández, entonces: mantener la unidad y no alentar rupturas que devuelvan las posibilidades a un armado con eje en las políticas neoliberales. Otro: la figura emergente de Axel Kicillof. Aunque no los aparenta, tiene 48 años, y está maduro políticamente. Con una campaña sorpresiva, todo indica que logrará una victoria histórica sobre quien era el ancho de espadas del macrismo, la gobernadora Vidal, que dijo que “el domingo se vota entre democracia y dictadura”. El economista sobresale con claridad como heredero político de Cristina Fernández, tal vez la líder política más nítida que tiene la Argentina, por la cohesión de la base social que la acompaña, y por sus aciertos tácticos, que la revalorizaron como armadora después de las derrotas de 2013 y 2015 —la del 2017 fue una derrota con sabor a empate—. ¿Quebrará Kicillof la maldición de la provincia de Buenos Aires, que dice que todo aquel que llega por los votos al despacho de La Plata, ya no podrá hacerlo nunca en la Casa Rosada? Figuras que el caleidoscopio irá armando sin prisa, pero sin pausa.