domingo, 19 de agosto de 2012

Filosofía del altiplano


Quien haya visitado los más altos rincones de la Cordillera de Los Andes en el norte argentino podrá idear sin esfuerzo un imaginario soporte audiovisual para los relatos que se incluyen en Memorial de la Puna, de Héctor Tizón: el sonido de un viento incansable, la vastedad de llanuras de altura desérticas y solitarias, un aire denso en lucha por entrar a los pulmones, el sol rajante que preanuncia noches gélidas. Los cuadernos que Tizón compiló aquí tratan sobre hombres y mujeres que transitan esos espacios, atravesados por la idea de que la inmensidad y el silencio constituyen la contracara material de la presencia siempre incomprobable de Dios, así, con d mayúscula.

Memorial de la Puna está dividido en seis cuadernos, cada uno de los cuales incluye un relato que de alguna manera u otra está vinculado a algún punto del resto de la obra de Tizón. De esta manera, aparecen personajes de novelas como La belleza del mundo o el dinamitero de Yala que aparecía en La mujer de Strasser, que gracias a las notas de la edición, el lector podrá saber que se trata ni más ni menos que del Mariscal Tito de Yugoslavia, quien según relató el padre del autor de estos relatos, vivió en Jujuy y trabajó en el ferrocarril, en los años que antecedieron a la segunda guerra mundial.

Sin temerle a largos pasajes de tipo filosófico, o de raigambre existencialista, con esta publicación Tizón da la posibilidad de acceder a una escritura lateral de su obra, casi a modo de anotaciones al margen que, confiesa el autor, en el momento de su producción  no estaba en los planes que vieran la luz. Así, una obra que desde 1960 a la actualidad crece con ritmo sostenido, ahora se complementa con un título como Memorial de la Puna, un satélite delgado pero contundente de la ya clásica galaxia Tizón. 



Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el viernes 17 de agosto de 2012.

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