lunes, 28 de mayo de 2012

El campo aquí huele a moho y encierro


Todo transcurre en el espacio cerrado de una casa de campo fría y enmohecida por la humedad, la incertidumbre y la violencia. Empieza, como indica el manual, con un crimen. Este policial negro acriollado que lleva por título La inauguración, escrito por la entrerriana María Inés Krimer y ganador del premio Letras Sur 2011 (con un jurado compuesto por Martín Kohan, Juan Sasturain y Vlady Cociancich) logra con facilidad el principal efecto buscado por la literatura del género: transmitir una sensación de creciente ahogo, de encierro acuciante, que el lector llega a sentir incluso físicamente. Ubicada geográficamente en la pampa húmeda contemporánea, y cronológicamente en 2008, en pleno conflicto entre gobierno y entidades agrarias, la novela propone una narración precisa, de ritmo sostenido y suspenso dosificado, como una latente bomba que nunca termina de estallar.       
De la protagonista sabemos poco. Sólo que es joven, escapa de su familia, llega a una estancia campestre venida a menos con la promesa de trabajo, y se encuentra con una aparente red de trata de personas. La casi totalidad del texto transcurre en los interiores de esa casa donde Nina, una suerte de celadora que fantasea con convertirse en millonaria a través de concursos televisivos, guarda una relación de fluctuante distancia con las cautivas, y tiene llegada directa a Buby, el dueño de la estancia. La narradora atraviesa en el encierro un aprendizaje muy distinto al de aquel “cajetilla agauchao” de Ricardo Guiraldes: aquí, el campo es violencia, frío e incertidumbre. El mundo interior de la estancia reproduce ese exterior hostil y obliga a la protagonista a sobre adaptarse para sobrevivir en un medio donde las cosas ocurren sin motivos aparentes. O mejor: nos avisa que todo pasa por una razón que se está por develar.  
La oligarquía terrateniente del siglo XXI aparece en la novela en su máxima expresión: botas de carpincho pisan los pedales de ostentosas camionetas cuatro por cuatro, mientras la soja todo lo puebla el paisaje, como “una alfombra verde que se extiende más allá del horizonte”. Sin embargo, para los protagonistas la prosperidad es una promesa cuya concreción nunca llega, porque viven en un margen encerrado, mientras el mundo rueda en la pantalla de la tv. En La Rural se rematan las cabezas de ganado, en las rutas los propietarios de las pampas cortan los caminos en reclamo de sus ganancias, en tanto que en la estancia venida a menos de Buby no hay madera para la salamandra.


Publicado el domingo 29 de abril en el suplemento de Cultura del diario Perfil

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