domingo, 7 de abril de 2013

"El habla oculta más de lo que revela"


En Habla Clara (Paradiso), la socióloga y novelista María Pía López pone en el centro de la escena las distintas capacidades que tiene la palabra hablada para, aún diciendo mucho de sí, omitir aquello que avergüenza, escandaliza o simplemente se prefiere evitar. La autora, conocida por su labor como ensayista en temas culturales, dialogó con Perfil y confesó: “Me resulta más tentadora la experiencia de escribir ficción”.


A través de los diversos intersticios del habla popular, con todo lo que ésta revela acerca de la cosmovisión de los que dialogan, pero ubicando en el centro de la escena todo aquello que la palabra hablada oculta, la socióloga y escritora María Pía López publicó recientemente su segunda novela, Habla Clara, en la que es posible asistir a una versión acaso desviada y parcial de la investigación acerca del crimen, presumiblemente violento, de un silencioso y enigmático anciano que vivía en un caracterizado barrio residencial de clase media, junto a la pequeña Clara. En sus primeros movimientos, el texto se perfila como un policial: hay un crimen, hay versiones taquigráficas de las declaraciones de personas que viven cerca del lugar del hecho y de quienes conocían a la víctima, gracias al tecleo incesante de una copista que entre paréntesis agrega comentarios, preguntas, ironías y teorizaciones que parecen funcionar como guías de lectura, por momentos, como sátira del mero acto de hablar, por otro. Sin embargo, la narración rápidamente define que su juego será no tanto la resolución del homicidio, sino principalmente la reflexión acerca de cuánto revela y cuánto es capaz de ocultar la lengua en uso: “Pienso que hablar tiene más de ocultamiento que de revelación –señala la autora-. La habladuría, la conversación que desconversa, la murmuración, son modos en los que un grupo social establece sus pactos de silencio. La idea surge de algo que me pregunté muchas veces sobre el terrorismo de Estado: algo es visible y sin embargo la conversación social no lo considera. Aquí pensaba la situación del secuestro como eso que trascurre a la vista de todos y sin embargo nadie advierte. El crimen fundamental está allí, eso quería pensar. Por eso, la pregunta no sería tanto la de quién lo mató si no la de cómo se produjo, en el plano del lenguaje, ese crimen como posible”.
No deja de resultar llamativa la apuesta de López, arriesgada desde el vamos: construir la historia de un hecho policial o criminal, pero echando luz sobre sus laterales y sus actores secundarios, y a la vez presentando a Clara, el personaje con mucho más cercano al finado, como una voz relajada y un tanto alucinada. “El libro –dice la autora- surgió de una pregunta: si podía narrarse con una voz morosa, dispersa, un poco divagante, una situación de mucha violencia. En No tengo tiempo, la novela anterior, había desplegado una voz muy agitada, arrojada sobre ese intento de detener lo indetenible, casi jadeante. En Habla Clara quise pensar la situación inversa: Clara atraviesa una situación espantosa pero su ritmo es extremadamente sereno, como el de una niña un poco distraída”. 
Se observa en esta novela la presencia constante del habla popular, con sus constructos típicos, formas verbales fosilizadas y frases hechas, propias de la oralidad. Persiste a lo largo del relato un discurso netamente coloquial, despojado de las formas del estilo literario “culto” o “elevado” buscado desde siempre por gran parte de la creación literaria. María Pía López muestra en Habla Clara una actitud lúdica respecto del lenguaje. “Sólo en el personaje de la Copista se roza un registro más `elevado´, que apela a citas o glosa textos anteriores –señala-. En el caso de Hilario, al ser una voz escrita y no oral, y partir de la idea de una escritura trascendental, que es capaz de expresar una ascesis y una mística, tiene una tonalidad cultista. Pensé las otras voces más semejantes a las que se escuchan en la calle, en el almacén, en el vestuario del gimnasio, en las que aunque no haya citas explícitas las hay y muchas, de otras fuentes muy poderosas, como son las de la masa de frases hechas, la de las cristalizaciones del sentido común, las que emiten los medios de comunicación. Todos usamos la lengua con todo eso heredado, muy sedimentado, que nos organiza y encierra y a la vez jugamos con ella, imaginamos, inventamos, la hacemos risible. En cierto modo, cuando escribo persigo ese espacio en el que lo lúdico destella sobre los usos más asentados”.
Heredera de la tradición de pensamiento y de las formas de interpretar la cultura de David Viñas, directora del Museo del Libro y la Lengua de la Biblioteca Nacional e integrante del espacio Carta Abierta, Pía López es una de las voces más renovadoras que surgieron en los últimos años en el campo intelectual de la Argentina. No está exenta de la tensión entre la escritura ensayística y el ejercicio de la literatura: “Durante muchos años, sentía ganas de escribir ficción, prometía hacerlo y cuando alguien me preguntaba si había escrito la novela anunciada contestaba: no tengo tiempo. Hasta que decidí escribir partiendo de ese título. No los veo como planos inconciliables. Esta novela, que tiene mucho de observación sobre la lengua y los distintos registros coloquiales, la escribí mientras pensábamos y desarrollábamos el contenido del Museo del libro y de la lengua de la Biblioteca Nacional. En términos de escritura sí es claro que me resulta más tentadora la experiencia de escribir ficción”, confiesa.

Publicado en el Suplemento de Cultura de Perfil el domingo 7 de abril de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario