miércoles, 23 de enero de 2013

“La crónica es ese género maravilloso que permite investigar como los reporteros y escribir como los escritores”




Se publica en nuestro país El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos. En una crónica de largo aliento, el texto desentraña verdades y mitos de la figura más importante del deporte de Colombia y uno de los mejores boxeadores de la historia, sumido tras el éxito en un pozo de locura.



Entre 1972 y 1980, la sociedad colombiana atavesó su momento de mayor furor deportivo: Antonio Cervantes, popularmente “Kid Pambelé”, defendió el título de Campeón del Mundo en la categoría Welter Junior, con la sola interrupción de su caída ante el portorriqueño Wilfred Benítez en 1976, a quien venció al año siguiente para volver a hacerse del cinturón. Durante ocho años, Pamebelé, un afrodescendiente de origen humilde, que llegó al boxeo como brazada de ahogado ante la perspectiva de una vida signada por la miseria, fue el blanco de todas las alabanzas. Se empachó con manjares que nunca había siquiera olido: el lujo, la ostentación, la fama, el reconocimiento social y sobre todas las cosas, la chapa del campeón. Luego de la extensa fiesta, Pambelé se hundió en un pozo de despilfarro de lo que le quedaba: drogas, alcohol, peleas callejeras y locura. Sin embargo, la sociedad colombiana aún lo reconoce como uno de sus máximos baluartes en materia de deportes. Alberto Salcedo Ramos, periodista colombiano al cual Jon Lee Anderson definió alguna vez como “cronista de cronistas”, realizó durante dos años un arduo trabajo de investigación para confeccionar el perfil de largo aliento El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, que se acaba de publicar en nuestro país bajo el sello Libros del Náufrago. En diálogo con Perfil, el autor explica: “Pambelé es el único deportista colombiano incluido en el Salón de la Fama de su disciplina deportiva. No recuerdo ningún otro peso welter junior que haya hecho veintiún combates de título mundial. Él nos enseñó a ganar, nos hizo pasar de las victorias morales a las reales. Antes de Pambelé, Colombia vivía festejando el empate 4 a 4 entre la selección de fútbol y la antigua Unión Soviética, en el mundial de 1962. Incluso, había un chiste nacional: como los rusos tenían en la camiseta las iniciales `CCCP´, la gente decía que eso significaba `Con Colombia Casi Perdemos´. Cuando apareció Pambelé, dejamos de festejar ese empate y empezamos a festejar sus triunfos. Fue  un campeón enorme, y luego cayó a un abismo. Me interesaba no sólo contar su historia sino buscar los vasos comunicantes entre este tipo de ídolos populares y nuestras sociedades”.   

La de Pambelé no es la primera historia ligada al mundo del boxeo con la capacidad simbólica para hacer patente profundidades nerviosas latentes de las sociedades, con potencial de traducirse en obras literarias o audiovisuales. Allí estuvieron Justo Suárez, el popular peso liviano en cuya trayectoria boxística desarrollada en los años 30 inspiró a Julio Cortázar para escribir Torito, cuento publicado en Final del juego; y José María Gatica, inmortalizado por Leonardo Favio en esa joya del cine argentino que fue Gatica, el Mono, sólo por nombrar dos ejemplos magistrales. ¿Qué hace del boxeo una disciplina con tal potencial? Responde Salcedo Ramos: “Joyce Carol Oates nos recuerda que el boxeo es el único deporte en el que no se utiliza el verbo jugar. Los boxeadores suben al ring con los torsos descubiertos. Yo asocio esa desnudez con la desnudez original, con la orfandad. Todo eso ya le da al boxeo, de entrada, una característica especial que lo convierte en una cantera de historias”.     


Salcedo Ramos es uno de los mayores exponentes del periodismo narrativo latinoamericano. Nacido en Barranquilla en 1963, es autor de La eterna parranda. Crónicas 1997-2011 y de Diez juglares en su patio, entre otros. Consultado acerca del estado actual de la crónica en el continente, reflexiona: “América Latina ha sido un continente saqueado: nos roban los ladrones que vienen de afuera y los ladrones que tenemos nosotros adentro. Se llevan el petróleo, el oro, las esmeraldas, el carbón. En Colombia decimos coloquialmente que nuestros políticos son capaces de robarse hasta un hueco. La crónica es un género de resistencia contra todo eso: surge como una necesidad de dejar un testimonio. Pero además escribimos crónicas porque lo único que no pueden arrebatarnos, después de todo, son los cuentos”.

En El oro y la oscuridad, Salcedo Ramos logra un trabajo capaz de dar cuenta de los principales vaivenes de la vida de Pambelé y su reflejo en la sociedad colombiana, fundamentalmente a través de las voces de quienes lo conocieron en su origen, apogeo y caída libre: su entrenador Tabaquito Sanz, su manager Ramiro Machado, su descubridor Nelson Aquiles Arrieta, distintos periodistas especializados que siguieron al campeón en sus combates, también sus hijos, sus hermanas y su madre. A su vez, hay encuentros con el Pambe en diversos tugurios colombianos. Todo, narrado con un pulso entre urgente y reflexivo, característico de Salcedo Ramos, que no duda en reconocer sus principales influencias entre los cronistas argentinos: “Desde Roberto Arlt hasta Osvaldo Soriano, pasando por Tomás Eloy Martínez y Rofolfo Walsh. Ahora tienen al enorme Martín Caparrós, maestro de maestros, y a la enorme Leila Guerriero, que va camino a convertirse en una autora de culto. También Josefina Licitra, a quien admiro por su gran vigor narrativo. La crónica es ese género maravilloso que permite investigar como los reporteros y escribir como los escritores”, señala.


Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 13 de enero de 2012

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