Se publica en
nuestro país El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé,
del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos. En una crónica de largo aliento,
el texto desentraña verdades y mitos de la figura más importante del deporte de
Colombia y uno de los mejores boxeadores de la historia, sumido tras el éxito
en un pozo de locura.
Entre 1972 y
1980, la sociedad colombiana atavesó su momento de mayor furor deportivo: Antonio Cervantes,
popularmente “Kid Pambelé”, defendió el título de Campeón del Mundo en la
categoría Welter Junior, con la sola interrupción de su caída
ante el portorriqueño Wilfred Benítez en 1976, a quien venció al año siguiente para volver a hacerse del cinturón. Durante ocho años, Pamebelé, un afrodescendiente
de origen humilde, que llegó al boxeo como brazada de ahogado ante la perspectiva de una vida signada por la miseria, fue el blanco de todas las
alabanzas. Se empachó con manjares que nunca había siquiera olido: el lujo, la
ostentación, la fama, el reconocimiento social y sobre todas las cosas, la
chapa del campeón. Luego de la extensa fiesta, Pambelé se hundió en un pozo de
despilfarro de lo que le quedaba: drogas, alcohol, peleas callejeras y locura. Sin embargo, la
sociedad colombiana aún lo reconoce como uno de sus máximos baluartes en
materia de deportes. Alberto Salcedo
Ramos, periodista colombiano al cual Jon Lee Anderson definió alguna vez como
“cronista de cronistas”, realizó durante dos años un arduo trabajo de
investigación para confeccionar el perfil de largo aliento El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, que se acaba de publicar en nuestro país bajo
el sello Libros del Náufrago. En diálogo con Perfil, el autor explica: “Pambelé es el único
deportista colombiano incluido en el Salón de la Fama de su disciplina
deportiva. No recuerdo ningún otro peso welter junior que haya hecho veintiún
combates de título mundial. Él nos enseñó a ganar, nos hizo pasar de las
victorias morales a las reales. Antes de Pambelé, Colombia vivía festejando el
empate 4 a 4 entre la selección de fútbol y la antigua Unión Soviética, en el
mundial de 1962. Incluso, había un chiste nacional: como los rusos tenían en la
camiseta las iniciales `CCCP´, la gente decía que eso significaba `Con Colombia
Casi Perdemos´. Cuando apareció Pambelé, dejamos de festejar ese empate y
empezamos a festejar sus triunfos. Fue
un campeón enorme, y luego cayó a un abismo. Me interesaba no sólo
contar su historia sino buscar los vasos comunicantes entre este tipo de ídolos
populares y nuestras sociedades”.
La
de Pambelé no es la primera historia ligada al mundo del boxeo con la capacidad simbólica para hacer patente profundidades nerviosas
latentes de las sociedades, con potencial de traducirse en obras literarias o
audiovisuales. Allí estuvieron Justo Suárez, el popular peso liviano en cuya
trayectoria boxística desarrollada en los años 30 inspiró a Julio Cortázar para
escribir Torito, cuento publicado en
Final del juego; y José María Gatica, inmortalizado por Leonardo Favio en esa
joya del cine argentino que fue Gatica,
el Mono, sólo por nombrar dos ejemplos magistrales. ¿Qué hace del boxeo una
disciplina con tal potencial? Responde Salcedo Ramos: “Joyce Carol Oates nos recuerda que el boxeo es el único deporte en el
que no se utiliza el verbo jugar. Los boxeadores suben al ring con los torsos
descubiertos. Yo asocio esa desnudez con la desnudez original, con la orfandad.
Todo eso ya le da al boxeo, de entrada, una característica especial que lo
convierte en una cantera de historias”.
Salcedo
Ramos es uno de los mayores exponentes del periodismo narrativo
latinoamericano. Nacido en Barranquilla en 1963, es autor de La eterna parranda. Crónicas 1997-2011 y
de Diez juglares en su patio, entre
otros. Consultado acerca del estado actual de la crónica en el continente,
reflexiona: “América Latina ha sido un continente
saqueado: nos roban los ladrones que vienen de afuera y los ladrones que
tenemos nosotros adentro. Se llevan el petróleo, el oro, las esmeraldas, el
carbón. En Colombia decimos coloquialmente que nuestros políticos son capaces
de robarse hasta un hueco. La crónica es un género de resistencia contra todo
eso: surge como una necesidad de dejar un testimonio. Pero además escribimos
crónicas porque lo único que no pueden arrebatarnos, después de todo, son los
cuentos”.
En El oro y la oscuridad,
Salcedo Ramos logra un trabajo capaz de dar cuenta de los principales vaivenes
de la vida de Pambelé y su reflejo en la sociedad colombiana, fundamentalmente
a través de las voces de quienes lo conocieron en su origen, apogeo y caída
libre: su entrenador Tabaquito Sanz,
su manager Ramiro Machado, su descubridor Nelson Aquiles Arrieta, distintos
periodistas especializados que siguieron al campeón en sus combates, también
sus hijos, sus hermanas y su madre. A su vez, hay encuentros con el Pambe en diversos tugurios
colombianos. Todo, narrado con un pulso entre urgente y reflexivo,
característico de Salcedo Ramos, que no duda en reconocer sus principales
influencias entre los cronistas argentinos: “Desde Roberto Arlt hasta Osvaldo
Soriano, pasando por Tomás Eloy Martínez y Rofolfo Walsh. Ahora tienen al
enorme Martín Caparrós, maestro de maestros, y a la enorme Leila Guerriero, que
va camino a convertirse en una autora de culto. También Josefina Licitra, a
quien admiro por su gran vigor narrativo. La
crónica es ese género maravilloso que permite investigar como los reporteros y
escribir como los escritores”, señala.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 13 de enero de 2012
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