domingo, 28 de agosto de 2011

Don Segundo Sombra está vivo y en Irlanda


¿Alguna vez, en su infancia, el lector se encontró en una casa que no era la paterna, y no pudo evitar pensar que allí todo era mejor?  La protagonista de Tres luces, de la irlandesa Claire Keegan, sí.  Secreto a voces y promesa de grandeza , Keegan se abre camino entre el público local de la mano de Eterna Cadencia, que antes había publicado Antártida.  
 Tres luces es una nouvelle sobre el hogar, sobre la patria chica de una niña que hasta el momento de enunciación no encontraba su lugar. Las ochenta y nueve páginas que conforman  el libro son una suerte de paréntesis en la vida de la protagonista (acaso la autora en su infancia, aproximación para la cual se dejan algunas pistas); una aposición dotada de espacios y tiempos nuevos, con otros parámetros en la relación entre personajes y diferentes códigos comunicativos. Este lapso, que se inicia cuando la muchacha es dejada por su padre y su madre embarazada en casa de los Kinsella, y que encuentra su cierre cuando la madre da a luz al nuevo bebé, funciona como un espacio cargado de aprendizaje para la protagonista. Allí descubre claves que, aparentemente, en casa de sus padres jamás siquiera se habían insinuado. O, en todo caso, la niña no contaba con las herramientas para descifrarlas.
 Como novela de aprendizaje, Tres luces, ambientada en la campiña irlandesa de la década de los ochenta, cumple con muchos de las condiciones requeridas por las historias que desarrollan un crecimiento del protagonista: un tiempo pasado cargado de signos negativos materiales y simbólicos, silencios y temores a la hora de la expresión, figuras mayores amables y sutilmente pedagógicas, secretos cotidianos que lentamente se revelan, un campo como espacio amable y donde es posible hacerse fuerte ante la vida y la muerte, contrapuesto a la ciudad en la que reinan los vicios de una sociedad corrompida por la ambición. El lector argentino no tardará en unir con flechas esta novela corta de Keegan con algunos clásicos gauchescos de la literatura local, fundamentalmente Don Segundo Sombra, de Ricardo Guiraldes. Se puede aventurar que los Kinsella funcionan como un Don Segundo moderno y aggiornado. 
 Según la crítica angloparlante especializada, Claire Keegan es una de las plumas contemporáneas más destacadas y merecedoras de atención.  Traducida a más de diez idiomas en los cinco continentes, en Tres luces la complicidad no se hace esperar. Después de todo, todos fuimos niños, aprendices repentinos.  

Publicado el 28 de agosto de 2011 en el suplemento de Cultura del diario Perfil



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