Las tres muertes de K es una
suerte de redención para su autor, el paulista Bernardo Kucinski. A través de
la literatura y sus procedimientos, da cuenta de una historia traumática de su
propia biografía: la desaparición de su hija Ana Rosa Kucinski y su pareja
Wilson Silva, ambos de 32 años circa 1974, militantes de la Alianza Libertadora
Nacional (ALN), y la posterior búsqueda de los rastros, un drama que, como la
alegría, no es sólo brasilero.
Pero hay más:
esta historia no sólo es un recorrido del periplo de K en busca de información
que lo lleve a dar con su hija, sino también una larga reflexión sobre sí mismo,
los vínculos familiares y la forma en la que un padre puede darse cuenta de
modo forzoso que no conoce nada de la vida de una persona a la que vio nacer,
crió y alimentó con toda su dedicación y todas sus expectativas.
La pluralidad
de voces es un elemento clave para el enfoque que el autor le da a esta
historia. La propuesta es una mezcla de realidad y ficción, a través de la
intercalación de narradores. Así, aparecen las miradas de distintos
involucrados en la temática de la represión y de la resistencia, para
configurar un ámbito complejo de sentido, donde la dirección es clara, pero
nunca simplificadora del asunto. Otro aporte que hace este libro tiene que ver
con el ambiente del judaísmo en el Brasil, sus formas de socialización, la
pesada herencia del nazismo, los espacios donde se fueron moviendo sus
practicantes, y la dinámica que adquirió el culto de esta religión en un
contexto dictatorial. El narrador principal es un especialista en yiddish, tan
especializado que durante años puso allí toda su atención y olvidó seguirle los
rastros a su hija. Cuando quiso darse cuenta, ésta se había convertido en una
militante clandestina de un grupo revolucionario, y estaba desaparecida.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil
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