La literatura ofrece una poderosa
posibilidad: lograr que el lector perciba aquello mundano como si fuera la
primera vez. Los formalistas rusos, un clásico de los estudios literarios,
señalaron este procedimiento como “extrañamiento”, inherente a la función
poética del lenguaje. Buenos Aires – Tijuana.
Un viaje es, entonces, un libro “extrañado”. Acompañamos al escritor, periodista
y ventrílocuo Daniel Riera a través del viaje en el que, por encargo de una
revista colombiana, atravesó los casi 10.000 kilómetros que separan ambos
puntos. Rutas del interior profundo del continente, sus parajes, sus desiertos
y los viajeros que en incontables cantidades persiguen a diario objetivos
diversos, son percibidos como escenarios y personajes extraordinarios luego de
su paso por el tamiz de la palabra. Acompañado por un fotógrafo y munido de
equipaje liviano, Riera encaró una travesía por momentos tortuosa, donde las
pequeñas victorias son el maná, a bordo de buses, barcos y canoas de tonos
barroco-latino intensos.

Se torna
necesario señalar algo un tano antipático: en los últimos años, la crónica ha
sido algo bastardeada, en la medida en que cualquier texto relativamente largo,
que incluyera la primera persona del singular y tratara sobre locos, mutilados,
pobreza, delincuentes o guetos plenos de color local, fue presentado como obra
maestra del periodismo de largo aliento. Hacer buena crónica, original y
diferente, al menos en algún aspecto, a lo que ya fue escrito, es tarea
complicada. Y Riera lo logra, imponiendo su oficio y un ojo entrenado, que le
permite encontrar lo extraordinario en lo pasajero y lo sorprendente en lo
mundano.
Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 12 de octubre de 2014
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