Se reedita Rockología, de Eduarto Berti, un libro
que analizó y diseccionó con precisión quirúrgica el estallido del rock
argentino en la década de los ochenta. La renovación con respecto a los
orígenes, las tribus, las rivalidades, las letras, los locales míticos y la
relación con la industria son objeto de estudio en este volumen que además
incluye jugosas entrevistas a figuras como el Indio Solari, Fito Páez, Lito
Nebbia, Charly García y Gustavo Cerati, entre otros.
“Una obra
moderna llega a ser clásica porque una vez fue auténticamente moderna”. El
axioma es de autoría de Jürgen Habermas, el filósofo alemán de la Escuela de Frankfurt,
que en su trabajo La modernidad, un
proyecto incompleto resumió en escasas trece palabras aquello que
intelectuales, críticos y periodistas no pudieron en ríos de tinta: el impacto
de una forma discursiva o artística en su tiempo que la lleva a la
trascendencia en la posteridad; la vanguardia convertida en referencia central,
la irreverencia al poder, por más que la misma inclusión en el paradigma
hegemónico aplane lo que tenía de irregular. La frase aparece en uno de los
textos que integran Rockología, un
libro único en tanto su autor, Eduardo Berti (otrora periodista cultural, hoy
radicado en España y devenido en autor de ficción), disecciona con precisión de
cirujano la gestación, el desarrollo y el cambio de etapa de una generación del
rock argentino que tuvo la mala pata y la buena estrella de erigirse en la
posguerra, o postdictadura. El volumen, publicado en 1989 y en 1994, hoy es
reeditado y ampliado, para deleite del melómano de rock local. Si en su momento
tenía el valor del análisis pormenorizado acerca de aquello que acababa de
ocurrir, hoy su cotización se eleva en tanto documento de época que demuestra
por qué Luca Prodan, el Indio Solari, Charly García o Gustavo Cerati son, a
casi treinta años de sus explosiones como proa de la música moderna after años setentas, referencias
ineludibles para cualquier escucha atento del rock tocado y cantado en español
rioplatense.
En
Rockología, Berti continúa el camino
analítico que había comenzado a trazar Miguel Grinberg, un periodista precursor
en la difusión y el estudio del rock argentino, en un libro icónico llamado Cómo vino la mano, cuyas páginas eran
casi una biblia para todos aquellos cuyas cabezas se habían desempolvado de
prejuicios definitivamente con discos como Clics
modernos, Un baión para el ojo idiota,
Divididos por la felicidad o Signos, y que había estirado su análisis
hasta aquello que había ocurrido hasta antes de los años ochenta. Hoy, como ya
lo eran los sesenta y los setenta, la década de los ochenta es un mito para
muchos de los escuchas de rock: la primavera alfonsinista, la recuperación de
las libertades individuales, la apertura a nuevos ritmos, el under en su esplendor, los Redondos y
Sumo en Einstein, Paladium o el Parakultural, la irrupción de la trova rosarina
con Juan Carlos Baglietto y Fito Páez a la cabeza, las fiestas de Virus, el
surrealismo de Los Abuelos de la Nada, el avant
gardé de Soda Stéreo, Charly y Spinetta haciendo una música bailable con
bases rítmicas programadas, y demás satélites menores orbitando sobre los
principales planetas de una galaxia que parecía interminable.
El
libro se compone de dos grandes grupos de textos. Por un lado, producciones de
tipo ensayístico que analizan desde diversas ópticas el fenómeno del rock en
los ochenta: su división en etapas que continúa la segmentación iniciada por
Grinberg, el análisis de las letras, el público y sus diferentes tribus, la
relación con las compañías y una arriesgada apuesta por el “lo que vendrá” de
entonces, los años noventa, cuyos aciertos y yerros quedan a juicio del lector
que con el diario del lunes sabe cómo vino la mano en la década reinada por la
influencia omnipresente de Carlos Saúl Primero. El segundo conjunto de
capítulos está compuesto por textos agrupados bajo la categoría “Reportajes”,
que son en realidad notas periodísticas de largo aliento con entrevistas incluidas
a figuras como Fito Páez, el Indio Solari, Gustavo Cerati, Lito Nebbia y Charly
García, entre otros.
Hay
en los nombres que cita Rockología,
sin embargo, una ausencia que salta a la vista: la de Spinetta. En realidad, no
se trata de una ausencia total, porque el Flaco es nombrado en varias
ocasiones. Pero los momentos son pocos y laterales, si se piensa en la
centralidad que la obra de Spinetta tuvo a lo largo de todas las etapas del
rock argentino. La ausencia, según declaró recientemente Berti en un reportaje,
tiene que ver con cierta timidez del autor: como ya había publicado en 1988 el
libro de charlas con el pescado rabioso, llamado Spinetta: Crónica e iluminaciones (Atención editores: es una joya
nunca reeditada), le generó cierto calor volver a centrar el análisis en su
figura. Hay que decir que Berti era un veinteañero cuando trabajó en estos
textos, lo cual habla por un lado de su precoz virtuosismo literario y de
cierta ingenuidad, por otro, que lo llevó a no incluir al menos un capítulo
acerca de uno de los nombres propios más relevantes de la etapa sobre la que
estaba trabajando.
El
libro de Berti, entonces, permite hoy realizar una lectura que funciona como
ejercicio casi historiográfico: lejos del mito que la comunidad rockera de los
noventa y más allá (o acá) tejió sobre aquello que fueron los ochenta, Rockología permite un acercamiento a ese
fenómeno en tiempo real: cuando Berti lo estaba analizando -años más, años
menos- la cosa estaba ocurriendo.
Publicado en el suplemento de Curtura de Perfil el 26 de mayo de 2013
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