domingo, 15 de enero de 2012

Tickitiando en el bondicito

A bordo de su 148, el famoso Halcón del sur del gran Buenos Aires, el que va de Constitución a Florencio Varela y tiene los colores de Defensa y Justicia, Juan pisa a fondo el acelerador y hace volar al “bondicito” a través de los cielos suburbanos. El pasacassette marca el ritmo con una cumbia hipnótica que predispone al sexo y al baile, tanto a pasajeros como a conductor. Así, en medio de una fiebre callejera que sube la temperatura de una literatura argentina muchas veces templada tirando a frío, transcurre Sexybondi, la nueva y vieja novela de Washington Cucurto, nombre con el que se conoce a Santiago Vega, 38 años, quilmeño, escritor y creador del sello Eloísa Cartonera.  
 De tintes surrealistas, Sexybondi es la narración de un viaje alucinado en colectivo. Mientras un protagonista feliz, orgulloso de su bondi, lleva “a la gente linda, la negrada, la paraguayada” al baile o a sus trabajos de changarines, filosofa en clave popular sobre los misterios de la vida y la muerte, el amor y el odio, observando por el espejo la fiesta que se desata en la carrocería de su nave voladora de cuatro ruedas.
 El relato es fragmentario, con reiterados saltos temporales y estilos intercalados (por ejemplo, hay una pequeña obra de teatro, así como casos policiales entremezclados con la trama central). Coloquial, neologista y guarango hasta la seducción, Cucurto lleva su estilo, desplegado en obras poéticas como La máquina de hacer paraguayitos,  hacia un extremo fantasioso en el que genera un espacio donde todo es posible: el bondi.  
 Aunque acaba de ser publicada por Interzona, Cucurto cuenta que Sexybondi es una de sus primeras historias, escrita cuando comenzó a incursionar en el camino de crear historias plenas de color local, sexo y picardía popular, mientras trabajaba como repositor en un supermercado.
 Si en una importante cantidad de notas, críticas y entrevistas publicadas en diarios y revistas desde su aparición en la escena de la literatura argentina se dijo que Cucurto hace realismo (“Realismo atolondrado”, se animó alguna vez y tímidamente a autodefinirse, hace casi diez años, sentencia súper reiterada aquí y allá y que hoy parece vetusta), la aparición de Sexybondi viene a demostrar que su narrativa va mucho más allá del realismo y estira sus líneas hacia la construcción de una poética atravesada por lo bizarro, entre la atmósfera somnolienta de la fantasía.  

Publicado el 15 de enero de 2012 en el suplemento de Cultura del diario Perfil



domingo, 8 de enero de 2012

Basada en hechos reales

Es posible imaginar el set de filmación y la película. La partida desde una Europa pobre, jaqueada por las pestes y las guerras. Viajes en buques atestados de inmigrantes a través del océano atlántico. La ambientación en un hacinado conventillo porteño de principios de siglo XX, los murmullos en cocoliche sobre el patio con la ropa que cuelga y las mujeres que friegan con pañuelos en la cabeza. De algún modo, la historia que Griselda Gambaro narra en El mar que nos trajo es también la de buena parte de las familias argentinas. A través del drama familiar como disparador se tienden los lazos que permiten reflejar el drama colectivo que significó la inmigración masiva en los comienzos de la sociedad moderna en las ciudades del Río de la Plata.
 Si en un momento determinado no quedara claro que esta historia “apenas inventada” es la de la propia familia de la autora, relatada por su madre y transmitida de generación en generación, el argumento perdería consistencia a manos de personajes por momentos estereotipados, perdidos entre amores y desamores, enfermedades y traiciones que tienen algo de cliché. Sin embargo, Gambaro da pruebas de su dominio de los tiempos narrativos al presentar los acontecimientos de modo distante, casi a la manera de una crónica periodística histórica, generando de esta manera un efecto de veracidad objetiva, para luego irrumpir con la inclusión de la marca de autor en un momento fundamental de la novela.  
 El mar que nos trajo da testimonio de las condiciones socioeconómicas de los trabajadores extranjeros en la convulsionada Buenos Aires de principios del siglo XX.  El trabajo, la explotación y los sindicatos son marcas realistas que enmarcan a la historia e impulsan su argumento. De todos modos, la autora no se limita a lo testimonial. Hay una intención de construir enredos entre protagonistas cargados de resentimientos y esperanzas que entran en juego en escenarios repartidos entre la Italia originaria, una metrópoli porteña de contornos difusos y una tercera locación que es el océano como puente tendido entre el viejo y el nuevo mundo.   
 Tan sólo dos momentos específicos, en los que es posible detectar el yo de Gambaro, le imprimen a la obra su verdadero significado y la dotan de valor distintivo: el primero es el título y su impronta de inclusión colectiva, en tanto que el rastreo de la segunda y más poderosa señal queda como tarea para el hogar de cada lector.

 Publicado el 8 de enero de 2012 en el suplemento de Cultura del diario Perfil