lunes, 17 de septiembre de 2012

La historia también es ficción



La relación entre la historia y la literatura, sus cruces y desencuentros, sus reciprocidades y sus intentos de autonomización, ha sido a lo largo de la historia moderna uno de los más enmadejados y fértiles tópicos de debate para el campo de las humanidades. Existieron y persisten tanto escuelas de pensamiento que postularon la nula convivencia entre ambas (fundamentalmente aquellos que desde una concepción de la literatura como disciplina suprema defienden su supuesta permeabilidad completa) como aquellas que desarrollaron sus teorías a partir de la íntima relación entre las producciones discursivas y el devenir de los acontecimientos sociales a través de los modos en que estos son representados. Pero no sólo la escritura literaria tiene que rendir cuentas a la historia. La publicación de La ficción de la narrativa, de Hayden White, una enorme recopilación de ensayos del historiador y filósofo estadounidense que introdujo más de un concepto disruptivo en el ámbito de los estudios históricos, constituye no sólo un volumen de referencia, sino una vasta bibliografía que problematiza y da cuenta de la idea de que la historia se relata, se construye y se escribe como una ficción.
Veintitrés son los ensayos que componen La ficción de la narrativa, desde “Collingwood y Toynbee: Transformaciones en el pensamiento histórico inglés”, de 1957, hasta “¿Culpables de la historia? La longue dureé de Paul Ricoeur”, de 2007. Se trata de escritos nunca antes editados en formato libro, los cuales presentados de esta manera muestran un recorrido cohesionado y pueden ser leídos como una suerte de “autobiografía intelectual” de White, como señala el editor y compilador Robert Doran.     
Cuando un autor escribe un artículo que sirve de insumo prolongado para la tarea de quienes desarrollan estudios en diversas disciplinas, es normalmente considerado como destacado y extraño. Más aún si produce un libro que atraviesa las disciplinas. Pero el caso de White es excepcional: toda su obra es una referencia transversal para las humanidades, lo que lo convierte en miembro de un grupo selecto de autores, donde hay nombres universales.
Los registros dicen que White se convirtió en referencia ineludible en los ámbitos académicos de todo el mundo a partir de su infinitamente citado y discutido texto “Metahistoria”, de 1973, en el cual formuló y desarrolló la idea que la escritura histórica es de naturaleza ficcional, en tanto se construye a través de distintos tropos o figuras retóricas que hilvanan los hechos para producir una formación discursiva de aparente objetividad, pero de identidad profundamente disuasiva y estilística. Si “Metahistoria” produjo una revolución para los campos que se nutren del discurso histórico (como los estudios literarios y la crítica, la filosofía, la historia del arte y la antropología), la edición de La ficción de la narrativa es una ampliación de la teoría, una exposición los engranajes del artefacto en pleno funcionamiento, la publicación de los documentos que atestiguan el surgimiento, la maduración y la complejización de la idea. 
Al atravesar las casi seiscientas páginas de la edición, el lector puede recorrer los modos en que White problematiza las muchas aristas de la idea fuerza central: la concepción de que la historia tal como la conocemos es un relato de voces, un entramado netamente polifónico. Así, el autor nacido en Tennessee en 1928  se nutre de la teoría literaria y de la lingüística para analizar la construcción del relato histórico a partir de los aportes de las principales escuelas estéticas de la literatura (fundamentalmente del realismo), a la vez que decodifica los niveles manifiesto y profundo de la escritura histórica (tomando elementos de la gramática generativa y transformacional de Noam Chomsky), y problematiza la presencia de la ideología en la relación entre los hechos históricos y las interpretaciones. A su vez, la publicación de este volumen da cuenta de los diálogos, cruces y tensiones que entabló el pensamiento de White con las distintas corrientes de pensamiento dominantes a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, como el estructuralismo, el postestructuralismo y las variantes de la posmodernidad.  
La ficción de la narrativa es la prueba irrefutable de la principal virtud del complejo teórico que desarrolló White: es inclasificable en escuela alguna. Mientras los amantes de los catálogos hicieron esfuerzos enormes y vanos por inscribir a White en categorías teóricas, sus textos afirman que con ellas mantiene la mejor relación posible, dado que las olfatea, las mira y las circunda, para discutirlas y esquivar con habilidad la atracción, a veces magnética, de los paradigmas hegemónicos.


Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil el domingo 16 de septiembre de 2012

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