domingo, 19 de febrero de 2012

Mi esposa es una espía de la KGB

El uruguayo Felisberto Hernández fue, definitivamente, como sentenció Rubén Darío en referencia a determinados escritores, un raro. No sólo por su obra, extraña, vanguardista y de influencias difícilmente rastreables, sino también por su biografía. Pianista y escritor, solitario, melancólico, “replegado sobre sí mismo, solamente atento a interrogaciones interiores que lo arrancan a la indiferencia y al destino de lo cotidiano”, como escribió Cortázar en su prólogo al libro de cuentos La casa inundada.
Sin embargo, una historia increíble se encuentra escondida bajo los vaivenes de su vida personal: María Luisa De Las Heras, su tercera esposa, española y de verdadero nombre de pila África, era un alto mando de los servicios secretos de la Unión Soviética, que lo sedujo rápidamente y se casó con él con fines netamente políticos como agente de inteligencia. Esa relación es la que retrata Roberto Echevarren en África, la muñeca de Felisberto Hernández. Con la estructura de una obra teatral, Echevarren desarrolla en escenas ágiles los años que el escritor y la mujer compartieron en Montevideo hasta pocos años después de su separación.   
Al tiempo que se aventura en la delicada tarea de ficcionalizar personajes históricos, Echevarren logra interesantes climas de época y cuadros pintorescos, como aquellos en los que se plasma la atmósfera y la fisonomía de la Montevideo de los años cincuenta. Por momentos, la construcción que se realiza del carácter del espía soviético, en contraposición con el artista soñador, resulta algo estereotipada: si África es autoritaria, necia, fanática y repite en sus líneas cosas como “la religión es el opio de los pueblos” o “el fin justifica los medios”, el personaje de Felisberto descree de la política, crítico siempre, rabioso hacia el mundo, detesta “todo lo que se sabe”. 


Publicado en el suplemento de Cultura del diario Perfil el domingo 19 de febrero de 2012

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