domingo, 29 de mayo de 2011

Una filosofía de lo sensitivo


La vida sensible como una forma particular de relacionarse con el mundo a través de imágenes. A grandes rasgos, así podría definirse la tesis filosófica que Emanuele Coccia desarrolla a lo largo de las ciento cuarenta páginas de La vida sensible, el nuevo libro que reúne una serie de ensayos hilvanados por la pluma de este teórico y docente de la Universidad de Freiburg im Breisgau, en el sur de Alemania.
 El trabajo está dividido en tres apartados: “De la vida sensible”, “Física de lo sensible” y “Antropología de los sensible”. Cada uno de ellos se compone de una serie de ensayos en los que Coccia desarrolla los distintos vértices de la teoría filosófica que esboza, en los que dispara gran cantidad de sentencias con aires de axioma, como la siguiente: “Sólo en la vida sensible se da mundo, y sólo como vida sensible somos en el mundo”. Así, el autor logra diseñar un aparato teórico que le permite delinear conceptos originales y discutir grandes directrices del pensamiento contemporáneo, como la concepción de la identificación o imagen de sí que aparece en los postulados de Jacques Lacan, o las nociones de cuerpo, sueño y vigilia de Ortega y Gasset. Aquí, Coccia no habla de “sujetos” o de “seres humanos”, sino principalmente del “animal humano”, como exponente complejo en relación a “lo sensible”. En este esquema, el “animal humano” genera con lo sensible “un comercio que no es sólo pasivo”. A su vez, el autor actualiza su análisis poniéndolo en relación con elementos de la vida posmoderna.
 Si bien se trata de un libro sobre filosofía, por su estilo y por la densidad de amplios conceptos, no se trata de un texto difícil para aquellos lectores no especializados. Coccia logra un producto final accesible e incluso seductor para quienes buscan acercarse a debates actuales del campo filosófico.  

Publicado el 29 de mayo de 2011 en el suplemento de Cultura del diario Perfil

  


domingo, 22 de mayo de 2011

El octavo loco

Sentada en un banco de plaza, presumiblemente porteño o al menos urbano, una niña le hace preguntas a su padre. Entre ellos, se establece un diálogo con miras a un pasado oculto, silenciado, escabroso.  La conversación es el eje sobre el cual se desliza el argumento que Gustavo Dessal ensaya en Clandestinidad, su segunda novela. La historia, desarrollada a través de saltos temporales que intercalan un presente narrativo (en apariencia, coincidente con el presente histórico) con escenas de los años oscuros de la última dictadura militar en la Argentina, se enmarca en la tendencia que propone una vuelta al tópico de la última dictadura.
 A partir de las preguntas de su hija, el protagonista rememora su pasado como joven desclasado y luego como agente de la represión ilegal. Hay más de una reminiscencia arlteana: es un personaje que no encuentra lugar, ni voz, ni deseo ni clase. No va a la escuela en su adolescencia, es despedido por ladrón del único trabajo que consigue, no conoce el amor, no tiene diálogo con sus padres ni proyectos a futuro. Sólo le interesa vagar por las calles e ir a jugar al billar por las noches a un bar del bajo centro. Como el Erdosain de Los siete locos, la única forma que encuentra para librarse de su miseria es profundizándola. Así, conoce al Loco Galván (estereotipo del represor setentista: violento, machista, fascista y vicioso), quien le ofrece trabajar en “El hospital”, un centro clandestino de detención, donde toma parte de los muchos y largamente conocidos métodos de represión.        Como contrapartida, la historia se apuntala con el relato de una relación amorosa que el protagonista mantiene con una joven militante en los momentos previos al golpe de estado. Así, se coloca sobre el paño y con claridad el juego de contrapuestos: si él tiene la conciencia adormecida, ella es la conciencia social; él es singular, para ella es todo colectivo; él no opina ni pregunta, ella es puro posicionamiento; él tiene la sangre fría y ella es la soñadora incurable. En estos vaivenes se motoriza el relato, que avanza hacia la definición de un pavoroso perfil psicológico.
 Gustavo Dessal nació en 1952 en Buenos Aires. Además de escritor, es psicoanalista y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Como psicólogo, se formó académicamente tanto en Buenos Aires como en París. Es frecuente autor de artículos en publicaciones especializadas en psicoanálisis. Además de Clandestinidad, Dessal publicó la novela Principio de incertidumbre, y los libros de cuentos Operación Afrodita y Mas líbranos del bien     

Publicado el 22 de mayo de 2011 en el suplemento de Cultura del diario Perfil