martes, 29 de marzo de 2016

Hombres al borde de un ataque de nervios

¿Cuántas mujeres habrán deseado, alguna vez en su vida, espiar por un rato esa reunión a la que todas las semanas, llueva, nieve o truene, asiste su pareja con sus amigos, de la cual regresa a las tres o cuatro de la mañana? Con Nuestras mujeres, la obra teatral recientemente estrenada, dirigida por Javier Daulte y protagonizada por Arturo Puig, Guillermo Francella y Jorge Marrale, el espectador puede experimentar esa sensación prohibida y seductora de meter las narices en la intimidad ajena. 

En esta obra, de autoría del maestro del guión Eric Assous, Max, Toni y Pedro se juntan, como todas las semanas, a cenar, tomar vino, jugar a las cartas, y charlar largamente de las preocupaciones comunes de tres hombres que pasaron los cincuenta: la pareja, las obsesiones, las frustraciones, los miedos, las alegrías, victorias y derrotas; el vínculo con los hijos, el paso del tiempo, y la cercanía de la vejez. Todas estas temáticas, un tanto peliagudas, son operadas con los instrumentos de la comedia: líneas divertidas, ritmo sostenido, gags, acidez, ironía y hasta humor negro son los elementos que marcan el pulso. En ese aspecto, Francella es el abanderado. Es sorprendente comprobar a través de los años su talento para hacer reír con las palabras, la entonación y el lenguaje corporal. Aquí, el mismo autor que recientemente dio vida a un frio y calculador Arquímides Puccio en El clan, bajo la dirección de Pablo Trapero, compone un personaje woodyallenezco: obsesivo, solitario, mañoso, irónico, sumamente neurótico y urbano, no deja con las ganas a aquel que busca una dosis de sus humoradas clásicas.

Arturo Puig, por su parte, hace un gran despliegue físico: su personaje atraviesa toda la obra alterado, y logra transmitir el nerviosismo que se propone. Su aparición en escena cambia el transcurso de la obra, que se inicia con los personajes de Marrale y Francella en el escenario.  Marrale también logra lo suyo, al personificar a un dubitativo hombre de laxos principios, que pendula entre las posturas éticas representadas por los otros dos personajes, haciendo de nexo para que el trío funcione aceitado. 


La puesta y el ritmo tienen mucho de televisivo. Por momentos, sentimos que estamos ante una sitcom clásica como Friends o Seinfeld, con su escenografía de interiores, la temática moderna y la incomodidad como viento que mueve el cauce narrativo. Incluso, las escenas tienen cortes musicales donde el público aplaude espontáneamente, momentos en los cuales es imposible no pensar en ese género televisivo de cuño estadounidense.


Publicado en el suplemento de Espectáculos del diario PERFIL

miércoles, 2 de marzo de 2016

El club de blues local

Japoneses, ingleses, italianos, colombianos y turistas de las más diversas nacionalidades se agolpan en el caluroso febrero porteño a la salida del aeropuerto de Ezeiza. Hablan con los valijeros y los taxistas, intentando averiguar cómo llegar hasta el estadio único de la ciudad de La Plata. El motivo: tocan los Rolling Stones en Argentina. Viajaron miles de kilómetros para asistir a un espectáculo único. La efervescencia del público local a la hora de vivir un recital de la legendaria banda británica, que se fundó hace más de medio siglo con el blues como piedra basal, no es comparable con la de ningún público del mundo. El amor incondicional de la audiencia argentina ante el rock and roll y sus referentes mundiales y locales es materia de análisis internacional. Factores sociales y culturales de diversa índole y procedencia se entrecruzan en la historia de la música popular argentina. Sus referentes y sus seguidores, la dotaron de un desarrollo de vanguardia entre los países hispanohablantes. Sin embargo, un componente está en el inicio de toda la película: el blues. Ese estilo musical surgido entre los negros esclavizados en el sur de los Estados Unidos tuvo central incidencia en tiempos de los pioneros del rock en español. Es que, así como para los Stones los bluses de Muddy Watters y Johnny Reed fueron el disparador de la gigantesca bola de nieve que se armó después, también para los fundadores del rock criollo el blues funcionó como un despertar, una llave que abrió la puerta hacia otra dimensión. Bien al sur, historias del blues en la Argentina, de Gabriel Gratzer y Martín Sassone viene a aportar un trabajo que estaba faltando en la biblioteca sobre la música argentina, acerca del el recorrido del blues como género a lo largo de los años en nuestro país, así como también del rol clave que jugó en el desarrollo musical local.

Acaso la del blues y su influencia sea una historia aún desconocida para el gran público de rock, tapada por el ruido que generaron los géneros más famosos, vendedores de discos, instalados por la industria. El libro de Gratzer y Sassone se ubica en ese espacio libre, con un estilo que mixtura narración y enciclopedismo, relato llevadero con información pura y dura. Así, este trabajo se encarga de joyas para el melómano como la relación entre el blues tradicional y los cultures del jazz argentino, como Blackie y Oscar Alemán; la división entre los bluseros puristas y los heterodoxos (histórica división de todo movimiento); los rastros locales de subgéneros como el spiritual o el blues rural y, claro, la masividad a la que llegó el género en los 80 y 90 con Memphis la Blusera y La Mississippi, época en la que el espectador argentino se agolpó en el Luna Park para vivar a BB King. Además, pone en su justo lugar a verdaderos monstruos de la música argentina, como el caso de Walter Malosetti y su tarea de difusión incansable, incluso en dictadura, cuando la música de negros era considerada subversiva.

La hipótesis es clara y permite pensar en múltiples direcciones: el blues en la Argentina no fue un mero reflejo de los referentes angloparlantes del género, sino que tuvo un desarrollo específico, con particularidades propias, lo cual habilita a hablar de un “blues argentino”. A diferencia de otros países, donde el género no se desplegó más allá de la mera imitación, en el río de la plata se entremezcló con el auge de la música beat de las décadas de 1950 y 1960, dos grandes vertientes musicales que se unificaron en el surgimiento del tan mentado rock nacional. Desde Manal y Pappo´s blues, pasando por Almendra y Pescado rabioso, Pajarito Zaguri y Botafogo, el blues estuvo presente en discos centrales del rock argentino. “No pibe”, “Avellaneda blues”, “Blues de Santa Fe”, “Blues de cris”, “Como el viento voy a ver”. Y la lista sigue. Porque, claro, anoche hubo fiesta en el club de blues local.


Publicado en el suplemento de Cultura del diario Perfil

La grieta venezolana

A pesar de su esfuerzo por buscar un equilibrio entre posturas diametralmente opuestas, Patria o muerte de Alberto Barrera Tyszka, es una novela que no deja de tomar partido en la polarización política y cultural de Venezuela. La obra, ganadora del premio Tusquets de novela 2015, se sitúa justo allí donde la discusión política muestra su cara más oscura y logra generar diatribas sin retorno. 

Las historias de todos los personajes de esta novela están atravesados, directa o tangencialmente, por la realidad política del país, en un momento en que las pasiones se encontraban en estado de máxima ebullición: Hugo Chávez, tal vez la figura política más importante de la historia reciente en Latinoamerica, que despertó oleadas de amor y odio en la sociedad venezolana como nunca antes ningún otro mandatario, se encuentra gravemente enfermo, batallando contra la muerte, alejado de la escena pública, donde la información es escasa y confusa. En ese contexto, los protagonistas atraviesan momentos de alta densidad y recurrente violencia, material y simbólica, en sus vidas privadas.

El chavismo es representado, en líneas generales, como cerrado, autoritario, engañoso, ocultador, agresivo y raramente conciliador. Hay también críticas para el antichavismo visceral, cuyos personajes muestran un grado de intolerancia y una pulsión de muerte notables. Sin embargo, en su conjunto es una novela abiertamente opositora en la medida en que se puede leer entrelineas un estado generalizado de caos social, político y psicológico generado por la acción de lo que los venezolanos partidarios del ya fallecido mandatario llaman “la revolución”. Después de todo, no deja de ser una novela que refleja la mirada de un reconocido integrante del campo intelectual venezolano sobre la realidad de su país.  

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil